perversidad inocente

Me gusta la literatura japonesa. Y eso que, en demasiadas ocasiones, es el origen de lecturas perturbadoras y que producen desasosiego. Por lo menos a mi. Innumerables veces cuentan historias de gente que son los extremos de una sociedad que no se quiere, de una cultura que no se reconoce y de una historia que no se reivindica. Leyendo literatura nipona descubres también la parte oscura de su sistema social, más allá de tradiciones, delicadas sombras, pausas y silencios. Y casi siempre, sin que dependa del tipo de relato, la poesía aparece de manera natural y suave. Por eso me gustan los escritores y escritoras japonesas.

fotos blanco y negro shodo 022

«Él echa agua en la plancha de piedra, coge la barra de tinta verticalmente, la remueve sin hacer ruido y moja el pincel en la tinta ya mezclada».

La piscina, de Yoko Ogawa, es un libro como para un día como hoy. Y digo un día, aunque bien podría decir media mañana o una tarde. Lo puedes leer mientras tomas un té, y poco más. Sus 101 páginas nos cuentan una de esas historias de adolescentes japoneses, en este caso una chica, hija de un matrimonio que está al cuidado de un orfanato. Y esa es su realidad. Ella es la única en toda la casa que, pese a vivir con su padre y su madre, se siente huérfana de verdad.

Todos los niños del Hogar Hikari se marchaban uno detrás de otro, dejándome a mí sola.

La tristeza la llena con unos episodios de voyeurismo, consistentes en ir a observar, de manera escondida, a uno de los chicos de la casa que practica salto de trampolín. La ternura que le produce la visión de esos saltos y los músculos duros del chaval, es la manera que tiene de ahogar la crueldad, que ella, en su inocencia, no sabe de dónde nace, y que le lleva a realizar acciones perversas con alguna de las niñas más pequeñas del orfanato, solo por el placer de escucharla llorar indefensa.

Deseaba intensamente sumergir mi cuerpo en el agua de la fuente que hay en lo más profundo de su ternura, que él me limpiara el cuerpo con el algodón de su alma.

captura-de-pantalla-2016-10-31-a-las-19-32-48

No es el libro que más me ha gustado de la autora, lo reconozco. Me gustó más, en su tiempo, La fórmula preferida del profesor, que una vez dejé a un amigo encarcelado y nunca más lo recuperé. Espero que siga en alguna celda haciendo volar la imaginación de quien lo lea. O mejor aún, quizás esté ya en una habitación de alguna casa, de una persona en libertad.


En definitiva, un libro para quienes les gustan los vapores de piscina climatizada, o los speedo o simplemente darse al voyerismo a la japonesa. También es una obra a tener en cuenta para quienes intentan, desesperadamente, comprender la psicología de la sociedad japonesa.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s