dos breves relatos de una temprana Woolf

Hoy en día los cursos de escritura creativa, así los suelen llamar, están muy de moda. El hecho de escribir y que otras personas lo lean es algo accesible, tal y como lo atestiguan los millones de blogs, incluido este mismo. Pero una cosa es escribir un blog y otra escribir un libro. Yo ya he dicho alguna vez por qué escribo en un blog. Para mi es un medio más con el que compartir pensamiento, mantener conversaciones e incluso recibir opiniones diferentes. Es bueno dejar por escrito tus pensamientos, opiniones y aficiones porque, por lo menos a mi, me ayudan a ordenarlos, a desarrollarlos y a contrastarlos.

Escribir una obra, sea ensayo o literatura, prosa o poesía, es harina de otro costal. Y hacerlo bien, también. Hacerlo de tal manera que quede impreso en la memoria de la historia de la cultura es algo accesible a un puñado de personas que, a buen seguro, más allá de la práctica de escritura que seguramente fueron realizando a través del tiempo, lo que tuvieron fue genio. Ni más, ni menos.

Maite_Gurrutxaga_Nordica_Las aventuras agricolas de un cockney (13)

Bonito detalle el retrato de Virginia Woolf pintado por Roger Fry

El libro que os presento hoy es obra de una de esas personas. Virginia Woolf. Últimamente ha aparecido ya en el blog esta escritora londinense y a buen seguro que aparecerá en más ocasiones, de una u otra manera. El caso es que el genio de Woolf estaba ya presente a temprana edad, como si un Mozart en la música se tratase. Entre los 10 y los 13 años escribió, junto a su hermano Thoby, aunque se nota la mano directora de Virginia, dos relatos sobre un tipo del bajo East End londinense, catalogado como cockney, que es algo así como decir, de manera un tanto despectiva, falto de modales, ignorante e incluso tonto. El caso es que en la familia Stephen, que así se llamaba la familia de Woolf, apellido que tomó al casarse con Leonard Woolf, creó, junto a sus hermanos y hermana, un periódico donde recopilaban los acontecimientos familiares, el Hyde Park Gate News. Y fue en este periódico donde escribió Las aventuras agrícolas de un cockney y su secuela Las aventuras de un padre de familia.

Las historias son sencillas. En la primera un cockney se va al campo donde compra una granja y se inicia como agricultor, con bastante poca fortuna. En el segundo tiene un hijo y tampoco se desenvuelve bien en las labores paternas. Pero más allá de las historias, está la manera de contarlas. La fina ironía marca ambos relatos y se desprende de ellos que los hermanos tuvieron que disfrutar y divertirse un rato escribiéndolos. Quien haya leído más de Woolf descubrirá en estos relatos la inocencia de una Virginia que entonces era Stephen, rodeada de sus hermanos y hermana, con su padre todavía vivo y en plenas facultades.

La edición de Nórdica es, como siempre pasa con esta editorial, un auténtico lujo. Los relatos vienen acompañados de las maravillosas ilustraciones de una gipuzkoana de Amezketa, Maite Gurrutxaga, que en los últimos años ha recibido, merecidamente, varios premios por sus trabajos.


Un libro, por lo tanto, para quien necesite divertirse con una sencilla historia contada de modo magistral. Para quienes no sepan ordeñar una vaca y para quienes están en la fase de comprar el coche de niños último modelo, que lo mismo sirve para la ciudad que para subir el Everest. Un libro, desde luego, para acercarse al mundo Woolf de una manera diferente y para leer a tus sobrinos en un parque por la tarde mientras meriendan el bokata de Nocilla.

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