todo un año de libros – 2017

Repasar el año es un ejercicio necesario solo desde el punto de vista de poder seguir avanzando, de constatar ese avance y de mantener esa vista hacia adelante, siempre viviendo el presente. Hay muchas maneras de hacerlo y de todas se puede aprender. En el ejercicio saludable que esto representa, hay una parte con la que disfruto mucho. El repaso a los libros leídos durante el año, rememorando, recordando los momentos de disfrute, constatando el fracaso de algún título y apuntando algún otro, irremediable consecuencia de lo leído.

Cuarenta y nueve libros entre narrativa y ensayo con géneros de todo tipo, desde novela a cuentos, pasando por literatura epistolar. Diecisiete mujeres y treinta hombres. Una escritora, Virginia Woolf, de quien he leído cuatro obras. Autores y autoras de Inglaterra, Estados Unidos, Euskal Herria, Irlanda, Alemania, Grecia, Estado español, Noruega, Austria, Francia, Italia y Japón, mucho Japón. Vivos y muertos. Y entre todas las obras, seis que me han causado, por diferentes causas, un placer máximo, llegando, incluso, con alguno de ellos, al éxtasis.

Hay títulos que han estado y siguen estando en la mesilla de noche, de esos que los coges y los dejas, de los que lees poco a poco, a sorbos y de los que necesitan que cada frase pose tranquilamente. Ahí siguen y continúo con la Iliada de Homero, los Sonetos de Shakespeare, un ensayo filosófico de Châtelet, una guía literaria de Berthoud y un ensayo sobre nuestro futuro como planeta de Dion. Quizás 2018 vea el final de sus páginas o, quién sabe, sea testigo de su relectura.

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Estos son los libros que he leído y terminado en este 2017:

Hygge, de Louisa Thomsen Brits. ♥♥♥

La meditación y el arte de la jardinería, de Ark Redwood. ♥♥♥♥

Mi Londres, de Simonetta Agnello Hornby. ♥♥♥

Los casos de Horace Rumpole, abogado, de John Mortimer. ♥♥♥

Stoner, de John Williams. ♥♥♥

Nosotros en la noche, de Kent Haruf. ♥♥♥♥

Los búfalos de Broken Heart, de Dan O’Brien. ♥♥♥♥

Leer es un riesgo, de Alfonso Berardinelli. ♥♥♥

84, Charing Cross Road, de Helene Hanff. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Un cuarto propio, de Virginia Woolf. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Sin rumbo por las calles, una aventura londinense, de Virginia Woolf. ♥♥♥♥

Mansfield Park, de Jane Austen. ♥♥♥♥

Las aventuras agrícolas de un cockney, de Virginia Woolf. ♥♥♥♥

El eterno viaje: cómo vivir con Homero, de Adam Nicolson. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Londres, de Virginia Woolf. ♥♥♥♥

Drácula, de Bram Stoker. ♥♥♥♥

Zorba el griego, de Nikos Kazantzakis. ♥♥♥♥

Claudio Monteverdi. «Lamento della Ninfa», de Ramón Andrés.♥♥♥

La amiga estupenda, de Elena Ferrante. ♥♥♥♥

El amigo del desierto, de Pablo d’Ors.♥♥♥♥

Siddhartha, de Hermann Hesse.♥♥♥♥

Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness.♥♥♥♥

La luz de los lejanos faros, de Carlos García Gual. ♥♥♥♥

Siempre. La leyenda de la pecosa de ojos verdes, de Jairo Berbel. ♥♥

La tierra de los abetos puntiagudos, de Sarah Orne Jewett. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Hôzuki, la librería de Mitsuko, de Aki Shimazaki. ♥♥♥

Cartas de una pionera, de Elinore Pruitt Stewart.♥♥♥♥

Verde agua, de Marisa Madieri. ♥♥♥♥

Un lugar pagano, de Edna O’Brien. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Kes, de Barry Hines. ♥♥♥♥

Entre todas las mujeres, de John McGahern. ♥♥♥

Medio planeta, de Edward O. Wilson. ♥♥♥♥

Entusiasmo, de Pablo d’Ors. ♥♥♥♥

El silencio en la era del ruido, de Erling Kagge. ♥♥♥

Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell. ♥♥♥♥

Banzai, de Zofia Fabjanowska-Micyk. ♥♥♥

El club de los gourmets, de Junichiro Tanizaki. ♥♥♥♥

Amistad, de Saneatsu Mushanokoji. ♥♥♥

Cerezos en la oscuridad, de Higuchi Ichiyō. ♥♥♥♥

Algo que brilla como el mar, de Hiromi Kawakami. ♥♥♥♥

Musashino, de Doppo Kunikida. ♥♥♥♥

Ninguno es mi nombre. Sumario del caso Homero, de Eduardo Gil Bera. ♥♥♥♥

La tumba del tejedor, de Seumas O’Kelly. ♥♥♥♥

El lector, de Bernhard Schlink. ♥♥♥♥

Clásicos para la vida, de Nuccio Ordine. ♥♥♥♥

El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono. ♥ ♥ ♥ ♥ ♥

Invierno en Viena, de Petra Hartlieb. ♥♥♥

El grillo del hogar, de Charles Dickens. ♥♥♥♥

Historias de la palma de la mano, de Yasunari Kawabata. ♥♥♥

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guía para la vida

La escuela debe siempre plantearse como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armónica y no como un especialista.

Albert Einstein

Pero la escuela, y también la universidad, deberían sobre todo educar a las nuevas generaciones para la herejía, animándolas a tomar decisiones contrarias a la ortodoxia dominante.

La verdad es que leer a Nuccio Ordine, filósofo, pensador y profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria, es un soplo de cultura a la que, desgraciadamente en estos tiempos, no estamos acostumbrados. Podríamos decir que es un inconformista en esta época y un convencido de que la cultura podría cambiar el mundo. ¿Cómo? Ordine es de los que piensan que una persona cultivada en la cultura desarrolla, no solo una capacidad de pensamiento, razonamiento y decisión, si no, también, otros valores que muchas veces echamos en falta en esta sociedad, como son la solidaridad, la igualdad, el respeto, la alternativa al consumismo y al dinero, la libertad y el antifanatismo.

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En el anterior libro nos hablaba de La utilidad de lo inútil, refiriéndose a la cultura clásica, la literatura, la poesía, la música, desterradas de los planes de estudio en toda Europa. Ordine señalaba que la universidad debe ser un espacio de desarrollo personal e intelectual y no una fábrica de títulos destinados a un mercado laboral al servicio de los intereses del poder establecido. En el nuevo libro publicado por Acantilado, Clásicos para la vida, señala en uno de los capítulos si es realmente inútil todo aquello que no nos reporta un beneficio (económico). Y en esta idea ahonda el prefacio, pequeño manifiesto por el que ya solo esta obra es de obligada lectura. Escuela, papel del profesorado, curiosidad de la persona, profesionalización, negocio empresarial, burocratización, recortes, son algunos de los conceptos con los que el profesor italiano desarrolla esta primera parte del libro.

La segunda parte son pequeños capítulos que en su día fue publicando semanalmente en una columna de Sette, el semanario del Corriere della Sera. En ella hace un recorrido por fragmentos de diversos libros de cincuenta autores más o menos clásicos que le han ayudado en la vida. A través de Saint-Exupéry, Shakespeare, Platón, Yourcenar, Mann, Goethe, Zweig, Dickens, Montaigne, Flaubert, Pessoa o Kavafis, hace un recorrido por valores que toda persona debería tener. Ordine, lejos de pretender establecer un canon literario-filosófico, solo aspira a ofrecer pistas, balizas a navegantes para quienes, definitivamente, el dinero no lo es todo.Empresa difícil en este mundo, desde luego, pero creo, sinceramente, que ha sido gracias a personas que han resistido en otras épocas, por lo que la humanidad, a pesar de todo, ha seguido avanzando. Otra cosa es el prcio que estamos pagando. Por eso, obras como las de Nuccio Ordine son tan necesarias de leer, releer, rebatir, reflexionar y compartir. Porque es bueno pararse a pensar en lo que estamos haciendo y a dónde estamos llevando el mundo. Con un poco de suerte para quien lo lea, será el comienzo de un viaje por unos autores que a pesar del transcurrir del tiempo siguen enseñándonos que el pensamiento individual y colectivo es necesario alimentar, a riesgo de que, en un descuido, nos engulla el pensamiento único.

En definitiva un libro que debería leer todo el mundo, sobre todo los que alguna vez han sentido alguna vez que este mundo no va como debiera ir. Ojalá sea todo el mundo.

El propio Nuccio Ordine nos explica mucho mejor todo esto (tiene subtítulos en castellano):

ilustraciones que cuentan historias

¿Cuál es la razón por la que compras una edición concreta de un título de libro? Es decir, si hay más de una edición de un mismo título para comprar (algo que puede suceder con los clásicos o con los títulos que son reeditados), ¿qué determina la compra? ¿El precio? ¿La editorial? ¿El año de edición? ¿La tapa del libro? ¿La traducción? En mi caso, lo admito, normalmente me lanzo por los editados más recientemente o, en el caso de los clásicos, por la mejor traducción (evidentemente entonces tengo que buscar en Internet cuáles y de qué año son las traducciones realizadas del título en cuestión). A este respecto, en más de una ocasión, antes de fijarme en el detalle de la traducción, existía el peligro de comprar un título con una traducción antigua, en ocasiones (por ejemplo con Shakespeare, Dickens, Austen y otros grandes autores, por lo general, anglosajones) con traducciones del siglo XIX. Esto de las traducciones lo aprendí gracias a los antiguos libreros de El Parnasillo. En otros momentos, si me puedo permitir el lujo, la edición elegida es de tapa dura, grande y en ocasiones ilustrada. Tengo ya unos cuantos libros clásicos que contienen unas ilustraciones de morirte de gusto y entre todas ellas destacan los ilustrados por el madrileño, Fernando Vicente, habitual de Babelia.

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Las ilustraciones de Vicente se caracterizan porque son realizadas sobre papel o lienzo, normalmente en caballete y utilizando lápiz, acuarela y acrílicos. Destaca la utilización de personajes humanos en toda su obra. Lo bueno de su obra es que, no solo es complementaria a la narración que ilustra, si no que en muchas ocasiones es un elemento imprescindible para llegar al fondo de la misma. El caso es que hace poco estuvo en Iruñea para participar en el VIII Salón del Cómic, ofreciendo una charla en el Civicán y exponiendo en el Condestable su trabajo para la obra de Bram Stoker, Drácula, una muestra que estará hasta el día 28 de septiembre y que de ninguna manera quiero perdérmela.

Y va entonces la amiga Deborahlibros y nos prepara una firma de sus libros en su tienda. Y yo, que para estas cosas no me importa ser un poco friki, decidí irme para allí con uno de los libros que tenía con sus ilustraciones, El hombre que pudo reinar, de Rudyard Kipling (película maravillosa, actores estupendos, cuento extraordinario, dibujos para morirte) y como sabía que había hecho un trabajo para uno de los clásicos que quería leer, Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, pues se lo pedí a la librera y tras arduo trabajo me lo consiguió y me hice con él. El libro es para cogerlo y empezar a acariciarlo sin descanso. Así que allí estaba, en la fila, con mis dos libros para que me los firmase y joder, en la mesa de al lado, con varios de sus libros en venta, vi uno que me miraba insistentemente. Lo juro. Me decía claramente que me lo tenía que llevar. Así que lo cogí, me maravillé con la edición, me estremecí con los dibujos y lo pagué haciendo cálculos para no comprar más libros en unas cuantas semanas (no creo que lo logre). Así que volví a la fila con el tercer título, Diez días que sacudieron el mundo, de John Reed, que lo leeré para octubre, celebrando el centenario de la Revolución rusa.

Fernando Vicente, aparte de un profesional con un gusto exquisito, es una persona amable, simpática, que me firmó los tres libros a la manera que solo puede hacerlo un ilustrador. En cada uno de ellos me hizo un dibujo, empleando lápiz, rotuladores y acuarela. Utilizó el tiempo necesario para hacerlos, sin prisas, como se hacen las cosas bien hechas. Lo mejor de todo fue poder hablar con él sobre su obra, los matices que lograron sus dibujos en el cuento de El hombre que pudo reinar. Es una gozada poder hablar de eso con alguien cuyo trabajo admiras. Dibujos y firma con dedicatoria. Impagable. En la mesa quedaron otras joyas como Drácula, Poeta en Nueva York o Estudio en escarlata. Otro día será.

Si queréis saber más de él, os recomiendo que os paseéis por su página web, o su Instagram o seguirle en Twitter. Yo mientras tanto os dejo con diez de sus trabajos para que os maravilléis. A mi ya me tiene enamorado. Muchas gracias, eskerrik asko a Deborahlibros por darnos la oportunidad de poder charlar con Fernando Vicente.

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memorias de niña

Esta semana terminé de leer un libro que me ha encantado. Un libro que está basado en unas cartas escritas entre 1969 y 1973 y que son las memorias de una niña, una niña que, a pesar de la dureza de vida que le tocó pasar, siguió su camino convirtiéndose en mujer, pintora y parte del círculo intelectual de la Europa de la década de los 60 y 70. Esta mujer fue Emma Reyes una pintora de la que no había tenido noticia y de la que he oído hablar por primera vez como escritora que no era. Y digo no era porque el libro son en realidad 23 cartas que escribió a su amigo, el escritor, historiador e intelectual Germán Arciniegas, contando su vida de niña. Vida absolutamente dickensiana en el sentido dramático, que con episodios absolutamente duros, pero con un relato hecho desde la visión de la niña que era, consiguen, impresionantemente, arrancar la sonrisa, e incluso la carcajada, en más de una ocasión.

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Memoria por correspondencia, editado en 2015 por la editorial Libros del Asteroide, es un libro que se publicó en Colombia en el año 2012 y se convirtió inmediatamente, en su país de origen, en un auténtico fenómeno literario que llegó a emocionar, incluso, al gran García Márquez. La cuestión es que en este libro, redactado mediante los recuerdos y la voz de una niña hecha mujer con el tiempo, la frescura, gracia y naturalidad del relato hace que haya momentos en los que, pese a la crudeza de lo contado, llegas a sonreír. Una niña que en el primer capítulo aparece viviendo semi abandonada en un cuartucho de chabola, con su hermana, siempre a expensas de lo que mande María, una señora de pelo negro que no llegas a saber si es su madre o de quién se trata. Un traslado a otro lugar para regentar una chocolatería, maltrato infantil y de fondo las maternidades no deseadas y los señoritos de paternidad no deseada. Otro traslado al bajo de un teatro y finalmente el abandono por parte de la señora María que marca el camino hasta una «escuela» de monjas para niñas que tiene más de taller clandestino y de explotación infantil. Y allí, en medio de todo ese mundo dickensiano, como del Londres victoriano, Emma, con su imaginación y su curiosidad de niña a la que nunca se han molestado en enseñar. Un libro precioso, con un lenguaje sencillo pero con unos matices exquisitos llenos de una capacidad para describir inaudita.


Un libro precioso para esas personas que disfrutan de la literatura que hay en la vida, en las historias de las personas y en los recuerdos del alma. Para quienes echan de menos mantener una correspondencia por carta. Es también un libro para quien quiera maravillarse con una escritura fresca y directa. Y también, desde luego, para quienes se maravillaron con Oliver Twist y quieran rememorarlo con acento colombiano.


Sigo sin comprender cómo esta mujer no se dedicó a escribir durante su vida. Pero quizás  el secreto de este libro sea eso, que en realidad no es un libro.

Nos contó la historia de un niño que se llamaba Jesús, la mamá de ese niño también se llamaba María [como una religiosa a la que Emma adoraba], eran muy pobres y habían viajado en burro ( …) Ese niño tenía tres papás, uno que vivía con su mamá, que se llamaba José y que era carpintero; el otro papá era viejo con barbas y vivía en el cielo entre las nubes y ese papá sí era muy rico. La monja nos dijo que él era el dueño de todo el mundo (…) El tercer papá se llamaba Espíritu Santo y no era un hombre, sino una paloma que volaba todo el tiempo. Pero como la mamá vivía solo con el papá pobre, no tenían ni casa en qué vivir y cuando nació el niño Jesús tuvo que ir a nacer a la casa de un burro y una vaca.