… doblaba la primera esquina a la derecha cuando vio de lejos a Sugiko, que debía de volver de clase de ikebana, pues llevaba aspidistras envueltas en papel de aceite. Debido a lo inesperado del encuentro, se detuvo en seco. En cuanto reaccionó, reemprendió la marcha; Sugiko se le acercó y lo saludó con una leve sonrisa.
Sigo descubriendo autores japoneses, escritores y escritoras que me trasladan a otro mundo, a veces, como en esta ocasión, lejanos en el tiempo. En 1919, después de cincuenta años del comienzo de la Restauración Meiji y tras la I Guerra Mundial, Japón se situaba como la favorita para ser la gran potencia asiática, en comparación con el declive de la India y mirando de tú a tú a la gran China. En esa época, buena parte de la intelectualidad japonesa había asumido espacios de la cultura y ritos occidentales, incluida su religión, y se volvía a las vanguardias artísticas europeas. Es en esas circunstancias concretas en las que nace y se desarrolla la novela de Saneatsu Mushanokōji, Amistad, editada hace dos años, con gran gusto por cierto, por la editorial maña, Contraseña.
Amistad es una breve novela de 150 páginas que cuenta la historia de, evidentemente, una amistad. En el círculo literario tokiata, los jóvenes, todos hombres, hablan de las últimas obras de teatro, debaten sobre las últimas novelas y conversan sobre las últimas tendencias artísticas europeas. En medio de ese círculo, las mujeres, todas hermanas de los escritores, se convierten en objeto de veneración para llevar al altar del matrimonio. La historia de la novela es la relación de amistad de un joven escritor, su amigo, también autor literario y el amor que el primero profesa a una joven, hermana de otro componente de ese círculo de amistad. Los pensamientos del enamorado, los vaivenes emocionales típicos del Romeo, tan ridículos cuando son observados desde fuera, la ayuda del amigo, el acercamiento a la enamorada, las elucubraciones surgidas de las situaciones, etc., todo eso es parte de esta novela.
El desarrollo de la novela nos lleva a valorar y reflexionar sobre el valor de la amistad, hasta dónde llega y cómo se desenvuelve según cambian los acontecimientos. El desenlace de la novela lo descubrimos con un cambio de estilo literario, siendo por medio de la correspondencia como descubriremos el final de la historia. Una historia bonita que leí muy a gusto en un viaje de tres horas en tren, mientras el chico de al lado todavía soportaba las consecuencias de los excesos de su fin de semana.
Una novela para seguir entendiendo la cultura japonesa, para reflexionar sobre el enamoramiento y para valorar la amistad, no como algo estático, si no como movimiento, que sube, baja, entra y sale. Otra cosa es que en esos movimientos pueda alejarse o acercarse demasiado. ¿Qué guía la amistad? ¿El corazón, o la razón? Esa es la disyuntiva que nos ofrece esta obra. En definitiva, una novela para disfrutar mientras la tarde, ya invernal, cae sobre un tren en marcha.
Quiero aprender de mí mismo, ser mi propio discípulo, conocerme y penetrar en ese enigma llamado Siddharta.
Siddhartha, de Hermann Hesse, es uno de esos títulos que aparecen casi siempre en las listas de los mejores libros para leer en la adolescencia y en la juventud. Y la cuestión es que cada persona tenemos nuestra propia historia literaria, nuestro propio crecimiento a través de los libros y no siempre coinciden con este tipo de listas. Y esto, siendo muy optimistas, porque, desgraciadamente, la buena literatura cada vez es menos parte del crecimiento en la adolescencia y la juventud, algo que contrasta con los datos que dicen que cada vez se lee más. Otra cosa será qué se lee. En fin, a lo que vamos. El caso es que yo el libro que señalo no lo leí ni en la adolescencia, ni en la juventud. Otro día igual me pongo a repasar qué leía entonces. ¿Y por qué aparece en este tipo de listas? Principalmente porque es un libro de búsqueda y crecimiento. Y ahí, creo, está el problema. Seguimos pensando y creyendo que llegada una edad se para de crecer y se deja de buscar. Error. Gran error. Es falso que dejemos de crecer. Incluso físicamente seguimos desarrollando nuestro cuerpo hasta que dejamos de existir. Y no digamos, ya, si hablamos de crecimiento intelectual. Se supone que nuestro intelecto sigue creciendo, en gran medida gracias a la experiencia. Aunque si nos fijamos en algunos modelos de adultos que incluso gobiernan países podemos dar esta afirmación como falsa. En cuanto a la búsqueda, yo la vida no la concibo sin ella. Para mí, la vida es búsqueda. Pues eso, que creo que este libro en concreto, es perfecto para cualquier edad.
Hesse, premio Nobel de Literatura en 1946, fue un buscador nato durante toda su vida y un humanista en un momento en el que los valores humanos fueron derrumbándose por todo el mundo. Este alemán contrario a la idea absolutista que representaba el nazismo, se dedicó a la búsqueda de la espiritualidad humana a través de sus libros, algo que no fue bien entendido en esa época y a pesar del Nobel del 46, poco a poco fue olvidado, muriendo en 1962 sin que eso supusiese apenas noticia para sus contemporáneos. A finales de los 60, en plena revolución hippy, empezó a ser rescatado del olvido, principalmente en Estados Unidos y sus obras volvieron a ser editadas, convirtiéndose la mayoría de ellas en best-sellers.
Siddhartha fue publicada en 1922, cuando el autor tenía cuarenta y cinco años de edad, fruto de un viaje que le llevó por todo oriente, principalmente India y China. En ella ahonda, con la historia del joven Siddharta en búsqueda del significado de la vida y el destino en la vida de las personas. Esa búsqueda le lleva, como a Buda, a probar diferentes caminos. Pero estas no dan fruto alguno para el joven Siddhartha que acaba cerrando el círculo al buscar y encontrarse con el Buda Gautama. Pero tampoco este encuentro agota el ansia de búsqueda del joven, que busca un camino propio, individual, hacia la perfección. Busca, también, en el amor, de la mano de una cortesana, Kamala, camino que no le colma. Vuelve a proseguir su busqueda hasta encontrar a un humilde barquero, Vasudeva, con el que aprende a descifrar el sentido del río, de su naturaleza, como reflejo del río de la existencia humana y que, por fin, le dará la paz, lejos del mundo del deseo, de la satisfacción de los sentidos, de la ambición y el poder o la fama.
Yo la comencé a leer en el aeropuerto de Barcelona y la terminé a la sombra del Vesubio, pero esta novela puede ser leída por cualquiera, en cualquier lugar y en cualquier momento. Solo hace falta buscar. Una novela para quien no tiene miedo a seguir buscando, para quien cree que tiene casi todo por aprender, para quien se queda mirando una mariposa que vuela cruzándose en su camino y se admira y para quien cree que esta vida es un camino de crecimiento. Bueno, y también para quien se sienta atraído por la India, para quien no tenga miedo de lecturas pausadas y para quien disfrute con enseñanzas que su propio camino le ofrece.
Ayer terminé la lectura de un libro que, finalmente puedo decirlo, merece la pena leer. Owen Jones aporta en su primera obra, Chavs, la demonización de la clase obrera, elementos suficientes para el debate sobre la necesidad de una nueva izquierda. Pese a que es un estudio centrado en la deriva de la izquierda británica y las consecuencias de su alineación con los intereses del capital y del Establishment, contiene reflexiones que son igualmente aprovechables en cualquier punto de esta Europa dividida entre el modelo desideologizador y consumista de los estados y la Europa de la clase trabajadora que en los últimos tiempos parece querer despertar de su shock. Igualmente contiene pensamientos necesariamente válidos para Euskal Herria, teniendo en cuenta que en nuestro país la izquierda, en sus diferentes modelos y podría decirse que siglas, está ya inmersa en un análisis que las circunstancias de nuestra propia historia reciente ha obligado a abordarlo.
Chavs es el término peyorativo que se utiliza en los últimos años para referirse a ese sector de la clase trabajadora británica dependiente de las ayudas sociales y que, por lo general, viven en barriadas de viviendas de protección, normalmente desempleados, con maternidades-paternidades adolescentes y que suelen vestir con ropa deportiva de marca. Su símil por estos lares podrían ser las chonis y los canis. Pero este símil solo se asemeja en la indumentaria y el estilo de vestir, porque más allá de todo eso, las semejanzas son más coincidencias casuales que paralelismos reales. Por lo menos no en Iruñea y lo que yo conozco. La cuestión es que, en los últimos tiempos, según Jones, este término se está utilizando, cada vez más, para referirse a todo el conjunto de la clase trabajadora. Y en el Reino Unido, por lo visto, no se andan con chiquitas, ya que, el término y toda la ideología que contiene su utilización, lo utilizan desde el Primer Ministro conservador, hasta los medios de comunicación, pasando por miembros de la realeza.
En el Reino Unido las políticas de Thatcher en los años 80 dejaron a la clase trabajadora organizada totalmente hundida, sus sindicatos con cada vez menos peso y su tradicional fuerza política, el laborismo, presa de una deriva que les llevó a asumir parte de las políticas thatcheristas mientras se esforzaban en realizar gestos superficiales que contuviesen el descontento de todas esta parte de la sociedad. El resultado es evidente: una clase trabajadora sin conciencia de ello, un sindicalismo débil y sin saber situarse en los nuevos tiempos y un laborismo engullido por el Establishment, formando absolutamente parte de él, lo que originó un fortalecimiento del Partido Conservador que ha aprovechado esta situación para hacer todos los recortes imaginables, siempre, desde luego, medidas que afectan directamente en esa clase trabajadora que no sabe que lo es. A raíz de esta situación el populismo se abre camino, el racismo, hasta ahora siempre burgués, se empieza a instalar en las mentes de las y los trabajadores y los ricos son más ricos a costa de que el resto, todos los demás, sean cada vez más pobres.
En su conclusión Jones ofrece varias aportaciones en este debate sobre la nueva izquierda que debe redefinirse y reconstruirse y para ello es necesario tomar conciencia de la situación:
Hay que mejorar las condiciones del conjunto de la clase trabajadora.
La clase trabajadora ya no es la de los años 70. Ha cambiado en su forma esencial y no nos hemos enterado.
La clase trabajadora ya no es solo (cada vez menos) industrial y masculina con puestos de trabajo que duran toda la vida.
La mano de obra está cada vez más fragmentada, no sindicada, marcada por la precariedad laboral, la eventualidad y el corto plazo de tiempo de duración de los contratos.
Aunque los trabajos, por lo general, son más limpios y requieren menos esfuerzo, no acarrean el mismo sentimiento de orgullo y pertenencia a una comunidad (la clase trabajadora).
Para empezar está claro que las y los trabajadores necesitamos reclamar un sentimiento de orgullo y valor social. Sin nosotras y nosotros esto se para. Estos días se está viendo claramente. Con un Gobierno en funciones todo sigue adelante, pero, ¿qué pasaría si un día los barrenderos, los chóferes de autobuses o las cajeras de supermercados decidiesen parar de repente? Sencillamente todo este sistema se paralizaría llegándose al bloqueo en poco tiempo. Esa es nuestra fuerza, de la que no somos conscientes. Sin nosotras y nosotros no pueden seguir adelante. Seamos conscientes. El problema no es que un currela no pueda pagar un impuesto. El problema es que cuando las multinacionales y grandes empresas y ejecutivos defraudan billones de euros no suele pasar nada. Salvo en Islandia no es común asistir a un juicio contra banqueros, ni mucho menos a su condena.
En esta nueva izquierda tenemos que tomar conciencia de nuestra clase, una clase que es igual para todo el mundo, seas de la raza que seas y sea cual sea tu lugar de origen y las circunstancias que te han llevado u obligado a tener que buscar empleo aquí. Yo soy un trabajador y eso es lo que me une, absolutamente, a un minero en Escocia, a un oficinista en Japón o a una esclava en cualquier taller textil de la India. Y a esto hay que añadir que las mujeres y los migrantes tienen otras consecuencias añadidas por su propia condición y esa es y tiene que ser también parte de la base ideológica de la nueva izquierda en Europa. La izquierda tiene que ser feminista o si no no es izquierda. La izquierda tiene que ser interracial o no es izquierda.
En Euskal Herria a todo esto hay que añadir el elemento de la identidad y la lucha por la liberación nacional al cual la izquierda tiene que afrontar de una manera efectiva. Yo lo tengo claro. Por eso soy de la Izquierda Abertzale.
El libro es idóneo para todos los que en un momento dado se han creído que eran la clase media porque habían pagado las vacaciones a plazos con una tarjeta VISA metida por su banco de turno. Es también un libro delicioso para quienes desesperan viendo cómo el Partido Popular, a pesar de su corrupción interna, sigue ganando elecciones y para quienes un día creyeron en un PSOE que hoy en día es el perrito faldero del PP. Y para quienes, desde Euskal Herria o cualquier parte del mundo, quieren dar una oportunidad a la justicia, la democracia y el poder de las y los trabajadores.
Agrupémonos todos en la lucha final. El género humano es la internacional.