a los sres. Sánchez, Iglesias y resto del club

Esta pasada semana, en un agradable descubrimiento literario e intelectual, una sorpresa inesperada, del helenista-humanista-demócrata, Pedro Olalla, no he podido sino pensar continuamente en ustedes. Y créanme, no era mi intención torturar de manera tan inmisericorde mi humilde persona, pues sinceramente otras preocupaciones y aficiones son mucho más importantes para mí, sin que esto, espero no se molesten, suponga un menosprecio a ustedes. Ustedes allí, con su circo, y este trabajador aquí, con sus paseos, sus silencios y sus lecturas. Ni ustedes ni yo somos más, ni menos, que el otro. No se preocupen.

Fotografía de Justin Bautista

El caso es que, después de una insulsa novelita nipona que ha sido una pérdida de tiempo y que no me ha aportado siquiera ese gusto por la naturaleza que rezuma la literatura japonesa (El jardín de primavera, de Tomoka Shibasaki, para quien quiera prevenirse de antemano), abordé un libro que fue la última recomendación y venta de quien ha sido protagonista de una maravillosa experiencia que, a causa de la mala fortuna y seguramente otros elementos que no tengo porqué conocer, ha tenido que cerrar el pasado mes de agosto sus puertas. Deborahlibros fue ese experimento de hacer realidad física y palpable un proyecto virtual en forma de blog en el que Katixa lleva años hablando, recomendando, llorando, viviendo y sintiendo literatura. Y en mi última visita a aquella librería, ya con los estantes llenos de huecos y con las cajas de cartón asomando amenazantes para llenar de sueños no adquiridos sus espacios vacíos, Katixa la librera, me recomendó, semi-conocedora de mis gustos personales, como solo saben aventurarse los buenos libreros, un librito que no llega a las doscientas páginas, editado por la editorial Acantilado, que tras la venta y desaparición de Gredos en la desastrosa RBA, es de las pocas que se atreven a dar espacio al pensamiento humanista, en gran parte deudor de la filosofía como base de producción intelectual.

La obra en cuestión, lleva por título Grecia en el aire. Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual. Y se preguntarán ustedes, preclaras mentes de la política española, qué tiene que ver todo esto con sus ilustrísimas. Pero es que creo sospechar que sus señorías, tan viajadas e ilustradas, tan presidentas y catedráticas, tan encorbatadas unas y tan sport otras, hace tiempo han olvidado algunas reflexiones e incluso certezas que el sr. Olalla realiza en este indispensable ensayo. Lo que yo creía una suerte de recorrido histórico-turístico por algunos lugares de la Atenas actual, es, sin embargo, una extraordinaria revisión de la historia política de la antigua Atenas, que no es otro que el repaso a la idea de democracia surgida entre aquellas piedras rodeadas de pinos, mirtos, laureles e higueras. Ideas revolucionarias que fueron el centro de la vida de aquella ciudadanía ateniense y de las mentes de los Temístocles, Pericles, Aristóteles o Sófocles de turno. Ideas revolucionarias que poco o nada tienen que ver con la pretendida democracia que en la actualidad llena las bocas de la mayoría de dirigentes de este maltrecho planeta, del norte y del sur, de izquierdas y hasta de derechas, pues hoy, quien más y quien menos se autodeclara acérrimo defensor de la democracia, se llamen Trump, Casado, Maduro, Johnson, o como ustedes mismos, Sánchez o Iglesias. Pero leyendo esta exquisita obra, uno se pregunta, no sin angustia, si de verdad seguimos creyendo que la democracia consiste en votar cada cuatro años, o cada dos, o cada tres meses, según les plazca a sus señorías. Olalla nos sitúa ante una realidad incómoda como es que la democracia original hace siglos desapareció y que en la actualidad solo llegamos a vislumbrar retazos de aquella idea tan explosiva como era que el pueblo es capaz de poner en marcha los mecanismos suficientes para gobernarse, legislarse y juzgarse, de manera libre, participativa y equitativa, solo por el mero hecho de servir a la sociedad de la que forma parte. Y desgraciadamente esto, en la actualidad, desde un lugar donde algo tan básico en democracia como es la soberanía, individual y colectiva, es vilipendiada día sí y día también, y donde algo tan antónimo y contrario a la propia idea de democracia, como es la monarquía, son pilares fundamentales del sistema, y cuyas leyes propias, léase constitución, son consideradas más importantes que la propia ética, es una quimera.

Permítanme aprovechar esta misiva dirigida a ustedes y a todos los miembros de tan distinguido club, no solo para aconsejarles a ustedes mismos la lectura, entre vino y vino, de este ensayo escrito desde una Grecia machacada por ese pretendido sistema “democrático” europeo, si no para poder animar a cualquier otra persona, principalmente a esas que asisten atónitas y cansadas a este pan y circo, más romano que griego, la lectura y reflexión del mismo.

Yo mismo, después de leerlo, me he quedado mucho más tranquilo, no desde luego por la plasmación del paripé trágico al que asistimos cada día, sino porque todavía existen personas, como Pedro Olalla, capaces de escribir sobre papel algo tan simple, sencillo y a la vez angustioso, como es la certeza de que esto que vivimos no es, ni por asomo, una democracia. De que este sistema “democrático” dejó hace tiempo de ser un Nosotros para ser un Ellos-Nosotros. Una aseveración, por otro lado, revolucionaria u, ojalá así fuera, germen de revolución.

Un saludo de este ciudadano harto de oligarquías, tecnocracias y monarquías. ¡Viva la democracia! Con todas sus consecuencias.

extraordinaria

Los ternerillos y los marranos la recibieron a la entrada y tu tía les hizo mucha fiesta y les tiró de las orejas, y aunque no hizo ningún comentario al respecto tú sabías que tu madre consideraba aquello el colmo del sentimentalismo.

Paseando el otro día entre las estanterías de Walden, una de mis librerías de cabecera, me topé con una novela de una escritora irlandesa editada por Errata Naturae. El simple hecho de que esta editorial la hubiese publicado, me dio la confianza necesaria para estudiar la sobrecubierta. Que la autora, Edna O’Brien, sea irlandesa añadió interés en el libro y que la novela transcurra en un ambiente rural entre las décadas de los años 30 y 40 del pasado siglo, terminó por empujarme a comprarlo. Dani, el librero, me señaló que la autora tenía varias obras publicadas por la editorial de Irene Antón y Rubén Hernández y pensé que cómo podía ser que no le hubiese hecho caso. En fin, que Un lugar pagano ha sido mi bautizo con la escritora de Tuamgraney que describe con tanta exactitud y humor eso que denominamos el alma irlandesa.

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La novela, con pasajes autobiográficos, está narrada como una conversación de la protagonista consigo misma. Con increíble profusión de detalles, pero con una escritura aparentemente ligera, la protagonista va desgranando recuerdos de su infancia en un pueblo del interior de Irlanda en los años 30, con la encantadora belleza del paisaje, con las costumbres rurales de aquel tiempo, con un desfile de personajes espectaculares, desde el médico a la profesora, pasando por las amigas de la escuela. Pero la perfecta descripción es la de su propia casa, con un padre aficionado a la bebida y violento con su mujer, con una madre sostén de la casa que no tiene tiempo para cariños con su hija. Los quehaceres diarios, el cuidado de las vacas, la hermana que vive en la ciudad y todo ello envuelto en la asfixia del poder de la jerarquía eclesial en aquella Irlanda inculta, en el que la mujer tenía un papel dentro de casa, siempre a la sombra del hombre, y fuera de casa, siempre a la sombra del cura de turno, representante del poder, en este caso terrenal. Es ingenioso cómo utiliza la voz narradora para describir sus pensamientos, de una manera absolutamente natural. El descubrimiento de la vida, el crecimiento, la pubertad y la adolescencia, son el tema de esta novela extraordinaria que va desarrollándose con un hilo conductor de religión, vida social en un pueblo, sexualidad y familia.

Ha sido un descubrimiento maravilloso la primera novela de O’Brien que me ha abierto las puertas para ir leyendo el resto de su obra. Estoy impaciente. Desde hoy, me declaro completamente o’brieniano.

Una novela para quienes han olvidado su niñez, para quienes reivindicamos el rescate de la memoria colectiva de la mujer, para quienes, a pesar de todo, aman la verde Éire, para los que no han descubierto todavía el encanto de Irlanda, para quienes son capaces de emocionarse con los mil detalles de los recuerdos de la infancia y para quienes viven en continua contradicción.

desde una librería japonesa

Tarô permanece fuera pese al frío. Sentado a la mesa bajo el tejadillo, juega con sus animales de plástico. Absorto en su juego, no repara en la nieve. Balancea lentamente la cabeza, como si reflexionara. Mi mirada se detiene en el color de su pelo: castaño. Distraída, rememoro la escena en que yo corría estrechando un bebé entre mis brazos.

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Me gusta la literatura japonesa. Me gusta su ritmo, su ritmo pausado, para ser más exactos. Me gusta la cultura y las costumbres que traslucen a través de sus historias porque son muy diferentes a las nuestras. Me gusta descubrir el significado, los múltiples significados, de las palabras japonesas. Y me gusta porque a través de sus páginas se deja ver la sensibilidad en gestos cotidianos, una sensibilidad que yo apenas veo en nuestra sociedad. Y es verdad que la sociedad japonesa, por lo menos una parte de ella, tiene otra cara que está enferma como colectivo. Pero a mi, la cara sensible, respetuosa, esa que elogia las sombras y gusta de la belleza en las cosas modestas, el wabi-sabi, me emociona.

Aki Shimazaki es una escritora canadiense de origen japonés que escribe en francés. Y lo hace bastante bien. De hecho, sus libros han ganado varios importantes premios literarios. Hôzuki, la librería de Mitsuko, cuenta la historia de una mujer que tiene una librería especializada en obras filosóficas y que vive con su madre y su hijo sordomudo en el piso superior. Un día entra a la tienda una mujer distinguida, con su hija y los dos pequeños se sienten inmediatamente atraídos entre ellos. Y a partir de ahí se desarrolla una historia en la que el equilibrio familiar de la librera queda expuesto y en peligro. La novela está editada por Nørdica libros y como todos los de esta editorial está editada con un gusto exquisito. Un librito, de apenas 140 páginas, para leer en una tarde, mientras en los telediarios siguen hablando de matanzas, muertes, desigualdades y resto de odios.

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Un libro para quienes han olvidado la fuerza del amor maternal, para quienes se quedan mirando con la boca abierta a dos sordomudos comunicándose, para quienes tienen un pasado pero creen más en el futuro y sobre todo en el presente, para quienes disfrutan dentro de una librería y para quienes quieren seguir descubriendo Japón. Un libro que a través de la sutilidad y elegancia te dejan pensando.

maravilla de las maravillas

La brisa de la mañana seguía refrescando el ambiente, y había una luz etérea y cálida como era en el norte cuando salía el sol sobre la nieve recién caída. Todo estaba impregnado por el balsámico aroma de los abetos y el olor sutil de las algas que venía de la bahía ahora que con la marea baja quedaban expuestas y parduzcas a la vista.

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En este momento en el que, quien más, quien menos, está volviendo a la cotidianidad del nuevo curso, La tierra de los abetos puntiagudos es «una pequeña y hermosa obra maestra», tal y como la definió Henry James, escrita por Sarah Orne Jewett, una de las escritoras más respetadas de la literatura naturalista estadounidense, y apenas conocida por estos lares, que merece, y mucho, la pena. Una novela extraordinaria que no tiene apenas argumento, pero que está escrita de forma tan magistral que te quedas maravillado. Una novela que te aportará la serenidad necesaria para organizar los meses que quedan hasta el verano de 2018.

Un día, no sé cómo, caí en un blog que reseñaba la obra, me gustó lo que decía de ella, me encantó la portada diseñada por la editorial Dos Bigotes y casualmente esa misma tarde la vi en la estantería de una de mis librerías de referencia en Iruñea, Walden. Dani, el librero, me dijo que no me lo pensara dos veces y así lo hice. Llegué a casa y después de cenar, me senté tranquilamente en el sofá de la habitación que, quizás pretenciosamente, llamamos la biblioteca y tras enfrascarme en su lectura tuve que hacer grandes esfuerzos para no acabar hasta las tantas leyendo y sin dormir. Es de esos libros que acaricias después de leerlos.

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La historia que cuenta es la de una escritora que llega a un pueblo costero de Maine para buscar refugio y poder dedicarse a la escritura. Es verano y se aloja en la casa de la señora Todd, una botánica que vende remedios a sus vecinas y vecinos y que introduce a la protagonista en la vida social del pueblo y de las islas de alrededor. La capacidad de Orne Jewett para introducirnos en un mundo ya desaparecido, con una sensibilidad y nostalgia apabullantes, es extraordinaria. Una capacidad delicada para retratar personajes, principalmente femeninos, paisajes y ambientes tranquilos y serenos y el discurrir de una vida cotidiana en un pequeño pueblo costero en el siglo XIX. Una delicadeza que recomiendo no perderse y que a buen seguro releeré más de una vez.

Una obra para quienes quieran sentir la serenidad del aroma a abeto y costa, para quienes echen de menos las hoy casi inexistentes relaciones entre vecinos, para quienes todavía no hayan descubierto que la soledad de muchas mujeres no es yugo si no independencia, para quienes crean en el poder de los sentimientos, para quienes gusten de escuchar a quien viene a hablarles y para quienes disfruten recolectando hierbas por los caminos. Incluso para quienes tengan plantas aromáticas en los tiestos de su balcón. Una obra, en definitiva, para quien es capaz de descubrir que el pasado, a veces, tiene mucho que enseñarnos.

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En mi viaje previo al Londres que conoceré a principios de junio, hace poco terminé un librito que es una auténtica joya. Con este libro de correspondencia he podido conocer la calle de los libros y los libreros por excelencia, aunque en los últimos años varias de esas librerías, desgraciadamente, se hayan ido convirtiendo en McDonald’s y demás. 84 Charing Cross Road es un pequeño libro, escrito por Helene Hanff, una neoyorkina que se pasó la vida escribiendo, principalmente episodios para la televisión y que mantuvo una correspondencia durante más de treinta años con una librería de Londres a la que fue pidiendo los libros que quería.

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El libro me lo recomendó una buena amiga, Ana, que siempre que nos encontramos me pregunta qué estoy leyendo o qué música escucho. En la conversación le dije que en junio me voy un fin de semana largo a Londres, ciudad que, ya lo he dicho alguna vez, todavía no conozco, y que estaba buscando un libro que se desarrollase en la capital inglesa. Es verdad que Londres aparece en todas y cada una de sus páginas y que su encanto está presente en la correspondencia mantenida, pero si algo nos traslada la obra, es el amor por la buena lectura y por los libros, las traducciones, las ediciones curiosas y demás, algo que solo los libreros y algunos lectores, quizás los más frikis, no lo se, son capaces de reconocer. Por eso siempre repito que comprar un libro en una librería o en una tienda donde venden libros, es algo absolutamente diferente que, a buen seguro, condicionará el tipo de lecturas que realizas. Cuando un librero o librera, esto es, una maravillosa persona que te recomienda libros desde su propio enamoramiento de ellos, para que termines leyéndolos, es algo extraordinario. Es una experiencia deliciosa. Con lo poco que dura la vida, no tenemos tiempo para estar leyendo solo lo que las grandes editoriales y centros comerciales nos empujan a comprar con sus campañas mediáticas, por mucho que la novela se desarrolle en Baztan.

A mí, cuando visito otros lugares, entre otras cosas, me suele gustar visitar cementerios y librerías, porque en ellos descubro la historia, e incluso, aunque parezca una contrariedad, la vida de la ciudad más allá de las guías. Los cementerios porque son como las páginas abiertas del libro escrito por quienes vivieron y murieron en la ciudad y las librerías porque entre sus paredes me encuentro como en casa. Son como un refugio en mitad del movimiento y del descubrimiento que supone ir paseando por un lugar desconocido.

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En el libro, la autora comienza pidiendo unos libros que no puede, o no quiere, por no salir de casa en invierno, conseguir en su Nueva York natal. A través de los pedidos y cartas, al principio con un mismo trabajador de la librería y posteriormente con más empleados del establecimiento, se va desarrollando una relación que desemboca en amistad que te deja casi atónito. Como hilo conductor de esa relación, siempre los libros. Títulos extraños y títulos clásicos, obras especializadas y obras que son como un bálsamo en la vida incierta de la protagonista. La historia se desarrolla, se desarrolló, en el Londres de la postguerra, de las cartillas de racionamiento, de la era sin Internet y de la época donde el servicio de correos era el único medio para conseguir enviar y recibir paquetes, con libros, con comida o con ropa.

En junio espero visitar alguna de las buenas librerías y papelería, otra de mis aficiones, que existen en Londres. Ya os contaré. Mientras tanto, si no lo habéis hecho ya, disfrutad de 84, Charing Cross Road, editado por Anagrama.

P.D. ¿Qué novelas y obras que tengan Londres como protagonista de una u otra manera, me recomendáis?

Un libro para leer en el aeropuerto, mientras esperas que abran las puertas de embarque. Para quienes echan en falta cartearse con alguien, escribir cartas con bolígrafo o, quizás mejor, con una pluma de tinta negra. Para quienes les gusta pegar en el sobre el sello del monarca al revés, en simple expresión de su rebeldía natural. Para quienes tienen la sensación, real por otro lado, de no tener tiempo para leer todas las obras estupendas que existen en la literatura. Y sobre todo, para quienes han tenido la suerte de ser aconsejados en su lectura por un librero o una librera que acaba recomendándote una edición barata de bolsillo, a la mitad de precio que la otra edición especial de la misma obra que tiene en la otra mano, por la sencilla razón de que la traducción de la edición de bolsillo es infinitamente mejor. Esto solo se puede encontrar en las librerías, nunca en una tienda donde venden libros.

viajes baratos

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Image by Clem Onojeghuo

A media mañana salí a tomarme un té y aproveché para entrar en una librería muy especial, Re-Read. En ella se venden, a precio muy barato, libros que si pudiesen hablar nos contarían, más allá de las historias que tienen recogidas entre sus páginas, la historia de quien antes los leyó, o los dejó olvidados en una estantería o quizás su propia historia yendo de mano en mano para ser leídos. En esta tienda de segunda mano me hice con tres libros con los que voy a viajar en los próximos meses de forma muy barata. Me hice con una edición de bolsillo en tapa dura de Cumbres borrascosas, porque las historias de pasiones y emociones me animan a vivir mi propia vida con igual pasión, La Flecha negra, encuadernada en tela, porque no quiero olvidar que de vez en cuando me gusta seguir siendo un niño jugando con espadas de madera, y una edición espectacular, con el lomo en piel azul, de la Ilíada y la Odisea, porque las guerras de hoy en día siguen creando exiliados que recorren errantes su vida por esta indiferente Europa en la que no quiero ser cómplice. Una mujer, un hombre y una incógnita. Emily Brontë, Robert Louis Stevenson y Homero. Tres libros, tres escritores, tres viajes y media hora de descanso por siete euros y medio.

es tiempo de librerías

Pasadas estas fechas de celebraciones basadas, en gran medida, en el consumo desmedido, lo mismo da que sea comprar, que comer, que beber, quien más, quien menos, cuidará, durante un par de semanas, su alimentación, incluso saldrá a hacer algo de ejercicio, algún paseo por el monte e intentará ordenar un poco el desenfreno instalado desde hace dos semanas en su vida. No está mal. Pero estaría mejor si no dejásemos aparte el otro cuidado necesario para que el cambio en nuestro estilo de vida sea completo. Es tiempo de dedicar un tiempo a cuidar también nuestra mente y posibilidades para eso hay unas cuantas. Algunos optaremos por dedicar más tiempo a lograr ser más conscientes de lo que hacemos, a respirar mejor y a tener un pequeño tiempo diario para nosotras y nosotros. Otros, y esta es la opción más sencilla, pueden optar por empezar a leer esos libros que les han regalado y si no ha sido así, acercarse a alguna librería y dejarse aconsejar por la librera o librero de turno. Porque es tiempo de librerías. Es tiempo de libros. Es tiempo de lectura que despierte nuestra mente embotada de tanta «celebración».

Libros

De un tiempo a esta parte en Iruñea se están abriendo librerías de esas a las que puedes ir sin tener mucha idea de qué tipo de libro quieres leer. Son librerías, que no tiendas de libros, en donde no hay personas que te venden libros, si no libreras y libreros que te aconsejan, recomiendan e incluso son capaces de hacerte enamorar de un libro, un autor, una poetisa o una novela olvidada antes de leerla. Hace un tiempo ya hablé de Katakrak, y dije que lo creía un espacio de encuentro y análisis, taberna sostenible y librería crítica imprescindible en el proceso hacia un modelo de ciudad activa que, entre diferentes, podemos y tenemos la obligación de construir. Hoy me quiero referir a otras tres librerías que en estos dos últimos años han surgido en la ciudad, concretamente en el II Ensanche, tan necesitado de otro modelo de comercio que no sea el de las franquicias y el Corte Inglés impulsados por UPN.

Walden es la librería que, en el antiguo comercio de su padre y su madre, en la calle Paulino Caballero, abrió Dani Rosino a finales de 2013, en un diciembre que supuso una auténtica bocanada de aire fresco en el mundo de las librerías, justo seis meses de que cerrase sus puertas todo un referente en este ámbito como fue El Parnasillo. Abría Dani esta librería con la intención de que se convirtiese en «un hogar para hacer pausa y leer» y desde luego el propio lugar invita a ello. Sin música alguna, la librería invita a recorrerla de derecha a izquierda, en esa especie de plaza de kiosko que da la vuelta a la terraza central en donde puedes sentarte a ojear alguno de los libros o a comenzar a leer el recién comprado acompañado de una taza de té o café. Las lámparas, como una suerte de medusas repartidas en el fondo de este océano de libros, iluminan levemente todo el espacio consiguiendo un ambiente acogedor.  Aparte de las secciones de música, arte, Navarra, filosofía, poesía y ensayo político, Walden está organizada por países. Es una librería para sumergirte en las obras, clásicas y actuales, de Inglaterra, Francia o Alemania, pero también están las secciones de literatura de países orientales, centroeuropeos, americanos de sur a norte y, como no, la literatura en lengua castellana. Si quieres un libro de literatura, la próxima vez deberías probar a buscarlo y dejar que te aconsejen en Walden. Pasarse por ahí es inexcusable.

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Un poco más abajo, en la siguiente manzana de la misma calle, se encuentra Chundarata, una librería que está especializada, tal y como ellas mismas dicen, en ilustración, infantil y juvenil, cómic, novela gráfica, y mucho más… Ese mucho más son talleres para los más txikis, y para adultos, desde escritura, a cómic, pintura o manualidades. La tienda en sí, en su parte delantera, es un espacio como de sueño, que cambia según el sueño que vayan teniendo las dueñas, convirtiéndose en una clse de escuela antigua o en una playa en época estival. En la parte posterior está la zona donde hacen los talleres. Si quieres un libro con alguna edición especial, de esas chulas que son para leer y releer y tenerlas a la vista en tu biblioteca, esta es tu librería. Recomendable al 100%.

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Finalmente, en una zona algo extraña para abrir una librería, en la calle Aralar, en la esquina de la avenida Baja Navarra, muy cerca del parque de la Media Luna, se encuentra, desde hace poco más de un mes, Deborahlibros. Esta tienda, de la cual estoy seguro su éxito esté donde esté, es el fruto de Katixa, una entusiasta de la literatura y los libros que anteriormente conocía por seguir su blog (totalmente recomendable, por otro lado). En este blog dice de su librería que «ahora me toca realizarme profesionalmente, emprender, proactivarme, rumiarme, regurgitarme y todo eso. En un tiempo en que cierran librerías, voy a abrir una. ¿Quién dijo miedo?». La tienda dispone los libros en diferentes secciones que, a modo de blog, nos informan del tipo de lectura que nos vamos a encontrar en esas baldas. Troteros de playa y chimenea para los libros entretenidos, pero de calidad. En Delicatessen esos los libros que son una delicia y en el Rincón negro la novela negra imprescindible en cualquier buena biblioteca. Dosis de realidad para esos libros de ensayo, Usados para libros de segunda mano y la sección de Books, para los libros en inglés. Otro lugar que, solo su visita, merece mucho la pena.

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Ir, visitar asiduamente y comprar en este tipo de librerías no solo es bueno para nuestra mente, si no que también es bueno para nuestro comercio y por lo tanto para ese otro modelo de ciudad en donde el emprendimiento, la familiaridad y la cultura son parte principal. No os lo penséis dos veces, leed, aunque sean prestados de la biblioteca, como la que, gracias al Ayuntamiento del cambio, ha ampliado su horario en la plaza de San Francisco. Y si tenéis oportunidad y dinero, invertidlo en vosotras y vosotros comprando algún libro en este tipo de librerías.