coronavirus, cambio climático y guerra social

Errata Naturae aprovechó para hacer durante el confinamiento lo que el resto decía que había que hacer. Esto es, pensar, reflexionar y para eso, parar. Una editorial que decidió dejar de publicar libros durante el tiempo que durase la reflexión.Y pasados unos meses, nos obsequiaron con esa reflexión. Habrá quien pueda pensar que una reflexión de una editorial de poco puede servir a quien no se dedica a la edición de libros. Pero no, la verdad es que es una reflexión absolutamente válida para todo el mundo, cada cual en su campo o simplemente, si es que esto es simple, para la vida misma. Os animo a leerla.

El primer libro editado tras esta reflexión, no podía ser de otra forma, trata sobre el coronavirus. ¿Un libro sobre el coronavirus? ¿Quién va a querer leer un libro sobre el único tema con el que nos ametrallan a todas horas los medios y que se ha convertido en el eje de la vida del ser humano en todo el mundo? Bastante tenemos con eso, pensaran algunos, ¿verdad?

El murciélago y el capital. Coronavirus, cambio climático y guerra social, de Andreas Malm. Joder, el título se las trae. Por de pronto y después de esta lectura, adelanto que este escritor y activista sueco lo coloco entre los autores que no voy a perder de vista. Capitán Swing acaba de publicar otro libro suyo sobre las raíces del calentamiento global y Errata Naturae próximamente publicará otro que lleva el sugerente título de Cómo dinamitar un oleoducto: nuevas luchas para un mundo en llamas. Como para no hacerle caso. Sobre el libro, antes de que nadie se asuste, decir que es de lectura fácil. Se lee a gusto. Esto no quiere decir que sea un libro superficial, o que no ahonde en lo que expone. Ni siquiera quiere decir que esté escrito con simpleza o de un modo generalista. Lo digo porque en estos tiempos es mejor aclarar algunos conceptos. Es un libro escrito por una persona que utiliza buenas fuentes, que sabe de qué va el tema y que pretende que este conocimiento se extienda cuanto más mejor. Y lo hace en tres partes diferenciadas. Allá vamos.

  1. En esta primera parte, el señor Malm expone el origen del coronavirus, de dónde viene, cuáles han sido las causas de esta situación. En estos meses hemos escuchados teorías para todos los gustos, pero la realidad es bastante simple, aunque sea jodida. El covid-19 este, el SARS-CoV-2, es solo uno de los más de setenta tipos de coronavirus existentes (conocidos) que pululan por el mundo. Los hay agresivos con el ser humano, y otros inocuos. Es un tipo de organismo que se propaga y sobrevive gracias a otros seres vivos y uno de esos seres que mejor hacen la necesaria función de transporte es el murciélago. Hay otros animales que también lo hacen. Hasta ahí, todo más o menos claro. La cuestión es que los murciélagos habitan en un tipo de bosques desde hace miles de años, pero resulta que estos bosques, literalmente, los estamos aniquilando. Así que, ¿qué hace el murciélago, que lleva en su cuerpecito diferentes tipos de coronavirus y otros organismos? Pues buscarse otro lugar para vivir, pobre infeliz, en paz. Así que en ese viaje de un lugar a otro, atraviesan otros hábitats, donde la presencia del ser humano es mayor, donde hay mercados de comida, otros animales salvajes y domésticos (estos últimos casi todos en granjas industriales). Y claro, pues el coronavirus, en su afán de supervivencia, salta de un ser a otro. Todo esto en un mundo globalizado e hiperconectado físicamente por avión. Además de todo esto, el autor sueco nos explica su relación con el cambio climático, diferentes enfermedades y epidemias-pandemias anteriores y previsiblemente futuras, calentamiento global, movimientos migratorios y demás. Nos abre los ojos.
  2. En la segunda parte nos detalla las causas de ese calentamiento global. La causa es solo una: sistema capitalista hiperdesarrollado, que ha llevado a un modo de vida basado en el sobreconsumo a costa del agotamiento del planeta. Dicho de otra manera, cómo el agotamiento natural de la Tierra es consecuencia directa de la explotación económica que una minoría realiza para su enriquecimiento a costa del empobrecimiento de una mayoría. Hace un recorrido por varios países y gobiernos de esos países, de las decisiones que han tomado y toman, y de cómo esto afecta a la propia supervivencia del planeta. El capítulo es tremendo.
  3. Y en la tercera parte nos habla de la necesidad de construir alternativas a todo esto. Según Andreas Malm, ya no se trata de parar este cambio climático, sino directamente de darle la vuelta si es que queremos sobrevivir como planeta. Y para eso, hace un llamamiento a la guerra social. Medidas posiblemente impopulares desde nuestra mentalidad de cómodo consumidor con un click, como la paralización de la extracción de crudo, dejar de coger el avión hasta para ir al baño, y disminuir radicalmente nuestro consumo en general y la carne en particular. Además aboga por diferentes propuestas a nivel local que hagan frente al sistema capitalista y neoliberal. Y en esas estaba cuando he recordado conversaciones que tengo con amigas y amigos mientras paseamos o escritos que leo por alguna red social (sí, además de sectarismo, demagogia, maximalismo y enfrentamiento, en las redes sociales, si lo buscas, puedes encontrar cosas y gente interesante). Y aquí, en Iruñea, en Nafarroa, tenemos posibilidad de poner en marcha iniciativas basadas en algo tan nuestro como el comunal, como apuntan Alberto Jauregi y Xabi Senosiain, el auzolan y la vivencia comunitaria y vecinal. En cada lugar existirán alternativas posibles que deberán dejar de ser utopías si es que queremos lograr la Utopía de vivir en equilibrio en un planeta que tenemos que cuidar para poder cuidarnos entre nosotras y nosotros. Alternativas que tendrán que ponerse en marcha vigilando y defendiendo los derechos humanos y las libertades sociales y personales.

En definitiva, es un libro muy recomendable para cualquiera que quiera ir más allá de las cifras de afectados de la pandemia, más allá de las necesarias medidas gubernamentales (pre y post) y más allá del doloroso momento que estamos viviendo y que, sin duda, vamos a vivir en los próximos tiempos. Y si no es este libro, por favor, encontrad tiempo para leer siquiera algún reportaje sobre el tema, que esté bien contrastado, que tenga fuentes fiables y que dé pie a la reflexión individual y compartida. Salid a pasear por el campo, por un bosque o un parque, con amigos (y mascarilla) y comentad lo leído. Os sorprenderéis la de cosas que se aprenden en esos paseos.

No obstante, la crisis del coronavirus sí podría representar el momento en que los «seres humanos toman conciencia de su propia condición natural y ponen fin a su dominio de la naturaleza».

Theodor Adorno, Sobre la teoría de la historia y de la libertad (1964-1965).

¡si no quieres ser como estos, lee!

Pues va a ser que no. Que lo que no les gustan son los libros, ni que la gente lea, ni mucho menos que lo haga en bibliotecas. Lo que debiera ser una noticia para alegrar a cualquiera, algunos, los de siempre, lo miran con recelo indisimulado y lo toman como un ataque a su normalidad, esa que nos han impuesto en las últimas décadas.

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Ayer se abrió, de nuevo, la histórica biblioteca de San Francisco con horario ininterrumpido de nueve de la mañana a nueve de la noche. Cuando hace años el equipo de UPN decidió recortar por todos lados, lo hizo especialmente en el aspecto social y con especial ahínco en todo lo que estuviese relacionado con la cultura. La red de biblioteca de Nafarroa sufrió un recorte muy agresivo que supuso imposibilitar de facto la apertura de bibliotecas en horario de mañana y tarde y que propició, según los parámetros de las políticas neoliberales llevadas a cabo por Barcina y Maya, la privatización de la gestión. En muchos pueblos y barrios se organizaron protestas y en Alde Zaharra de Iruñea surgió una plataforma para luchar por la biblioteca. No solamente protestaron por los recortes llevados a cabo, si no que escribieron, debatieron, socializaron y trabajaron una desiderata en donde pusieron las bases de cómo sería el modelo ideal de biblioteca e incluso apuntaban a diferentes medidas para lograr ese modelo. En la anterior legislatura el tema estuvo presente en más de una ocasión en el pleno del ayuntamiento, recibiendo el NO automático a cualquier propuesta por parte de las vecinas y vecinos. Porque la realidad fue esa, que la lucha y la dinámica en favor de la biblioteca, fue y es una dinámica vecinal, asumida por todo el barrio.

Cuando EH Bildu entró a gobernar el Ayuntamiento junto a las otras tres fuerzas, llevaba bajo el brazo la propuesta de recuperar la biblioteca para el barrio. No fue, ni es una propuesta propia, si no que hizo suya la propuesta del barrio. Ese fue su compromiso y de ahí el esfuerzo que se ha llevado a cabo para lograrlo. Las bibliotecas son competencia del Gobierno de Navarra, pero por la situación de las arcas forales dejada por Barcina, parece ser que no era el mejor momento para afrontar esto desde el ejecutivo foral. Tras negociar se ha llegado al acuerdo de que era el Ayuntamiento quien soportaba este año el gasto que suponía recuperar la gestión de la biblioteca y abrirla más horas. Pero esto ha tenido contestación también, en este caso en forma de moción del PSN, que, en el pleno del próximo viernes, pide que el gasto de personal sea asumido por el gobierno de Barkos, sabedor de que esto, este año no es posible. La cuestión es que en el PSN no pueden comprender que nuestras prioridades y las suyas sean diferentes. Las suyas consisten en sostener, junto a UPN, el Régimen del que han sido y son parte fundacional. Las nuestras, en cambio,  son, entre otras, la cultura, la educación y poner todos los medios para avanzar en un modelo de sociedad en donde las personas tengamos conciencia crítica. Y para eso, señoras y señores de UPN y PSN, es imprescindible leer!

Ya lo decían en la Bola de Cristal: «Si no quieres ser como estos, lee». En la biblioteca de San Francisco tienes todas las posibilidades. Por la mañana y por la tarde.

el Escarmiento

Después de leer la última de Sánchez-Ostiz, El Escarmiento, no me queda otra que romper mi costumbre de titular las entradas de este blog en minúsculas. No pretendo condicionar el posible debate y la reflexión con un título en mayúsculas, quitando espacio al pensamiento, pero en este caso no hay manera de dejar el título en letra pequeña, pues enorme fue el Escarmiento que algunos se empeñaron en dar a sus vecinos y vecinas que creían en la libertad y la igualdad de condiciones para todo el mundo, para obreros y empresarios, para mujeres y hombres, para republicanos, nacionalistas y foralistas… Y en esas seguimos. Cada vez hay menos gente que apoya seguir pagando las cacerías de nadie, cada vez hay más gente que cree que la única salida es poder decidir soberanamente cómo hacer frente a la crisis (económica, social e institucional, se dice ahora), y cada vez hay menos gente, de aquellos foralistas, que se acuerda de lo que eran o son los fueros (lo poco que han dejado). Las consecuencias de aquél Escarmiento siguen vigentes.

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He leído la novela con ansia, poniendo cara a la tragedia de aquéllos días, recordando palabras cercanas que me decían que después, los que quedaron, tuvieron que vivir en silencio, sin mencionar, sin recordar, pero sin poder olvidar. Y es entonces cuando esas preguntas que hoy en día hacen los que siguen dando Escarmiento, desde el periódico golpista, o desde el Palacio de Navarra, o en la extinta Caja Navarra, intentando mantener el orden que consiguieron a base de cunetas, es entonces, digo, cuando esas preguntas me revuelven las tripas. La pregunta es siempre la misma, «¿para qué queréis remover nada?, «es mejor pasar página», «todos aquéllos ya están muertos». Y después viene lo de la reconciliación, la convivencia, patatín, patatán, cuando en realidad (¡qué claro lo dice Sánchez-Ostiz!) quieren decir olvido, para seguir manejando el cotarro, para seguir metiendo la mano y robando, bien sea el poco dinero que queda, bien sea la memoria de un Pueblo o la propia esperanza que parece renacer.

Esta obra nos golpea con una realidad bestial, una realidad que, si bien se vivió hace más de 75 años, es actual en muchas de sus caras, no porque estén vivas (la mayoría han desaparecido) sino porque son el original de muchas de esas caras que hoy día siguen por Iruñea y en el conjunto de Nafarroa, caras de los vencedores y también de los vencidos. Apellidos, familias, motes, de ayer y de hoy. Emilio Mola, general sublevado, cabeza pensante de aquélla sublevación, apodado El Director, y sobre todo autor de las directrices secretas que establecían los métodos de represión contra el bando contrario, entendiendo el bando contrario con la acepción más amplia posible. Nacionalistas, socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, pensadores, maestras, labradores, cargos públicos de la República, militares y civiles, camareros, obreros, aprendices, burgueses, madres, hijos, jóvenes y ancianos, niñas (Maravillas, florecica de Larraga)… Todo aquél y aquélla sobre la que caía la sospecha de simpatizar con las ideas republicanas y nacionalistas y también quienes sufrieron la venganza personal por envidias y riñas de vecinos, sufrieron, de una u otra manera, el Escarmiento de una persona que, al decir de quiénes le conocieron, sólo pensaba en matar. Esa persona cuya tumba sigue en la cripta de un edificio que sigue teniendo en su frontis, convenientemente tapado (obligados), la inscripción Navarra a sus muertos en la cruzada.

Y junto a Mola estuvieron otros. Garcilaso, director del Diario de Navarra, que no sólo se dedicó a escribir loas hacia el bando fascista, y que fue parte activa en la preparación y ejecución de aquél Escarmiento. Un periódico que estuvo, como hoy mismo, en el meollo de la cuestión. Victor Eusa, arquitecto y miembro de la Junta Central Carlista de Navarra, al que las actuales autoridades siguen homenajeando, José María Iribarren, escritor y secretario particular de Mola, Angel María Pascual, periodista y destacado miembro de la Falange, Moreno, el del Hotel la Perla. Lugares como el Casino Principal, lugar donde se reunían los conspiradores, ese mismo lugar que cuelga todavía en sus balcones, en días señalados, banderas españolas y en donde se celebra el baile de la alpargata, el Diario de Navarra, ese periódico que anunció la declaración del estado de guerra con un ¡Viva España! y que sigue siendo vocero de aquéllos mismos, el Fuerte de San Cristóbal, entonces cárcel militar y el último lugar que vieron en vida muchos de los fusilados en cunetas, parajes y apartados, el Palacio de Capitanía (antiguo Palacio Real, hoy Archivo General de Navarra), sede desde donde Mola dirigió su estrategia aniquiladora, la sede del periódico La Voz de Navarra, actualmente sede del PNV, y tras la sublevación lugar desde donde se publicó el periódico Arriba España, la Plaza del Castillo, escenario principal antes y durante la guerra… Y luego lugares que no tienen nombre, porque todavía muchos no se conocen, simas, cunetas, parajes apartados, corrales, caminos, tapias, huertos que se convirtieron en cementerios de fusilados, en cementerios de una memoria que poco a poco se va rescatando.

Plaza del Castillo 1936-2011

Y vas leyendo las páginas de la novela e inevitablemente trasladas al presente personajes y lugares, porque los hijos andan por aquí y los lugares siguen aquí. Y es entonces cuando te entra la angustia al pensar el manto de silencio que cubrió esta ciudad y Navarra entera. Silencio obligado para los muertos, fusilados, silencio para las familias de aquéllos desaparecidos que no tuvieron ni una triste tumba sobre la que llorar, silencio para una población que fue testigo del horror, pero sobre todo te entra la angustia al ser consciente que era vox populi lo que estaba ocurriendo. Desaparecían los vecinos y ya no los volvían a ver, se llevaban a concejales y alcaldes sabiendo que los iban a matar, veían los camiones subir Ezkaba hacia el Fuerte, escuchaban los tiros en la noche, olían el humo de las hogueras cuando quemaban piras de libros peligrosos, a una de la calle le rapaban el pelo y le daban aceite de ricino y luego la paseaban, cagándose, por la Plaza del Castillo para mofa generalizada, el Diario de Navarra daba cuenta de asesinatos que entonces no los llamaban así, había señoritas que antes de ir a misa iban a la Vuelta del Castillo, nerviosas, para ver por vez primera un fusilamiento, algunos curas hablaban, mucho, e impartían bendiciones a quien iba al frente, ese frente lejano, sí, pero también a quien tenía que quedarse poniendo orden en el santuario de la sublevación, Iruñea. Fue un silencio obligado, sí, pero un silencio al que muchos, la mayoría, se tuvieron que agarrar  para poder sobrevivir, digo yo. Otros, también, impusieron ese silencio. Y lo siguen imponiendo.

Ese es el mismo silencio que todavía los herederos de aquéllos sublevados quieren imponer a toda costa. Un silencio que significa olvido. Un silencio que impida conocer la verdad, una verdadera justicia y la reparación de la memoria de los que tuvieron que sufrir aquél silencio, todos. Sánchez-Ostiz ha hecho un trabajo extraordinario. Un trabajo que todavía hoy, más allá de posicionamientos políticos (que también), sigue siendo incómodo en esta ciudad en la que nos conocemos la mayoría. Así que estoy totalmente agradecido a Sánchez-Ostiz por el golpe en crudo que nos ha soltado en toda nuestra cara, por contárnoslo sin pelos en la lengua, haciéndonos oler la mierda que supuso aquello y ayudándonos a comprender que el tufo actual es el hedor de entonces.

Tras El Escarmiento vino El botín, que será la continuación de la novela de Miguel Sánchez-Ostiz. A la espera quedo.

es necesario recuperar la memoria

Es un domingo tranquilo, de esos en los que estás descansado, de los que te levantas a las siete y media de la mañana sonriente y con la sola pretensión de desayunar tranquilamente en una cafetería mientras lees la prensa en papel, sin prisas, sin clicar los enlaces a las noticias, pasando las hojas mientras el té infusiona su hoja en la taza. El desayuno no es todo lo tranquilo que deseo. La XXXII Media Maratón de Iruñea sale a pocos metros de la cafetería en poco más de una hora y una avalancha de corredores llena el local para tomarse un último café, visitar al baño para quitarse los nervios y hablar de tiempos, calentamientos y tramos de la carrera. No es un ambiente tranquilo, pero tampoco me importa. Es una gozada ver una Iruñea tan vital el domingo por la mañana, y lo reconozco con bastante envidia, me da por tocarme la rodilla izquierda, tan machacada después de diecisiete años de dantzas, saltos, entresakas y cabriolas y me hago la promesa de visitar a un amigo fisio para que me de unos consejos que me permitan empezar a correr, sin mayor pretensión que dar una vuelta por la Media Luna. Entre las voces de los corredores logro leer la entrevista que el Noticias hace a José Miguel Nuin y aunque hay aspectos en los que no coincido hay muchos otros pensamientos que son coincidentes y me alegro. Esas son las coincidencias en las que hay que ahondar para hacer posible ese cambio político, económico y social que necesita Nafarroa.

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Pasando las hojas del periódico llego a cultura y leo a María Bayo diciendo que la cultura es lo único que nos queda y sonrío porque la cultura, querida María, es lo primero que siempre nos van a intentar despojar, porque un Pueblo sin cultura es un Pueblo sumiso, es un Pueblo sin capacidad de pensamiento y es un Pueblo dormido. Por eso, María, tenemos que seguir sacando la cultura a la calle, y expresando nuestra cultura, la que tenemos cada uno y cada una dentro, y seguir leyendo, disfrutando del teatro y volviendo a maravillarnos con Don Giovanni cuando canta eso de È aperto a tutti quanti, Viva la libertà! (Está abierto a todo el mundo, Viva la libertad!). Y con el aria en mi mente llego al artículo que habla del nuevo trabajo de Miguel Sánchez Ostiz, El Escarmiento, una novela que trata sobre la obsesión de Mola, el golpista y asesino, en dar a los vascos un Escarmiento, con mayúsculas, una medida que tenga igual dimensión que el odio que nos tuvo el matón de Franco. La novela relata la preparación de ese Escarmiento, preparación en la que ese hombre, que al decir de quienes le conocieron solo pensaba en matar, tuvo la ayuda de diferentes personas, militares y civiles, entre ellos, ¡cómo no!, el entonces director del Diario de Navarra, Raimundo García «Garcilaso». Pero nos habla no solo de los preparativos si no de las consecuencias de aquéllas acciones ejecutadas bajo la orden de «se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta…»

Se lamenta Sánchez Ostiz que quizás sea tarde para recuperar la memoria que nos lleve hacia la verdad (seguramente parte de ella), a hacer justicia y a ofrecer reparación. Nunca es tarde para eso. Quizás estén desapareciendo los testigos directos de aquellas cunetas y de esa tumbas anónimas que van tomando el nombre de los fusilados, pero no es tarde para ir sacando a la luz el horror de aquéllos días y de los que vinieron. Y buen ejemplo es la novela de Sánchez Ostiz.  Las consecuencias, en cambio están presentes hoy en día, desde las paredes de Diputación con una laureada todavía presente hasta los nombres de calles y plazas, escuelas, placas en cementerio y paredes de iglesias glorificando aquella cruzada contra la libertad. Las consecuencias son el día a día de Nafarroa. No hay más que ver quiénes siguen gobernando y robando desde sus sillones y cuál es el periódico que, a veces desde la sombra y otras veces somando sus fauces rabiosas, sigue dibujando con trazo grueso el pensamiento político de los herederos de Mola. El futuro hay que escribirlo pensando en la convivencia que tenemos que construir, pero esa convivencia tendrá que estar basada en la verdad, la justicia y la reparación. El olvido no puede ser base de esa convivencia.

Salgo de la cafetería y vuelvo a sonreír. La Media Maratón de Iruñea sale y de los altavoces del coche que abre la carrera sale a todo volumen la canción de Vendetta titulada Gora Iruñea! ¡Iruñea, despierta, hay mucho por hacer!