amor por África

Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong…

La obra más famosa y escasamente leída de Isak Dinesen, seudónimo de la baronesa Karen von Blixen-Finecke, y cuya película forma parte del imaginario popular de nuestra sociedad, Memorias de África, ha pasado a engrosar esa estantería donde almaceno los libros que me han cautivado. Como la mayoría de las personas, más las de cierta edad, disfruté en su día con la versión cinematográfica dirigida por Sydney Pollack y protagonizada genialmente por Meryl Streep, como la baronesa Blixen y Robert Redford como Denys Finch Hatton. En esta ocasión me he maravillado con la obra que sirvió como base de aquella película legendaria.

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Lo primero que tengo que señalar, es que la versión cinematográfica no es la adaptación de la obra, a pesar de que recibió el Óscar a la Mejor Adaptación Cinematográfica, y se centra solo en la relación de los dos personajes protagonistas, algo que en el libro ocupa un par de capítulos. Pero esto no es problema para que aquella versión que recibió siete Óscars de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Estados Unidos, entre otras los de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Banda Sonora, compuesta por John Barry, sea una obra maestra. Curiosamente Meryl Streep no recibió el Óscar a la Mejor Actriz, a pesar de ser uno de sus papeles más recordados.

Los hechos relatados son parte de los diecisiete años que la baronesa vivió en Kenia, entonces con un “protectorado” británico, en una granja dedicada al cultivo de café, en tierras de los kikuyu, tribu dedicada al cultivo de los campos y a la ganadería, y los maasai, tribu guerrera y nómada, también dedicada a la ganadería. En el libro, escrito en pretérito y primera persona, como se suelen escribir las memorias, aparecen diferentes personajes, africanos y miembros de los países colonizadores de África de aquellos tiempos y cuenta de manera muy lírica la historia de amor de Karen Blixen por África, su curiosidad por las tribus africanas, el trabajo de una granja africana y su afición por los safaris. Todo esto se desarrolla en la primera mitad del siglo XX, con un África colonizada en proceso de cambios políticos y sociales. Un África que estaba dejando de existir.

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El estilo de estas memorias es, tal y como he indicado algo más arriba, de un lirismo apabullante que destila admiración por África, un África muy idealizada y en perenne relación de amor-odio con la Naturaleza. Hermosas descripciones de las llanuras y colinas africanas, del comportamiento de los animales, los regulares cambios meteorológicos, de una fuerza espectacular, la vida de aquellas tribus africanas bajo el dominio colonialista (del que la propia autora, a pesar de su admiración por el lugar, es parte), la filosofía de las gentes africanas, tan diferente a la de los occidentales, más de aquellos occidentales blancos dominantes. Y al final del libro se vislumbra la conclusión de aquella época que daría lugar a los movimientos de independencia y posteriormente a las luchas de poder en el continente negro.

Un libro para enamorarse de un África desaparecida, indudablemente, pero que quizás sea la entrada para descubrir el África real y doliente de este momento. Una obra para disfrutar leyendo cada una de sus páginas y para seguir descubriendo el genio y figura que fue Karen Blixen-Finecke, alias (entre otros) Isak Dinesen.

Vi gansos grises sobrevolando los llanos
Patos salvajes en el aire alto
Inmutables de horizonte a horizonte
Con sus almas endurecidas en sus gargantas
Y su gris blancura ondulando en los enormes cielos
Y los rayos de sol sobre las colinas arrugadas.

de un tirón

¿Por qué lo que fue hermoso, cuando miramos atrás, se nos vuelve quebradizo al saber que ocultamos verdades amargas? ¿Acaso porque en semejante situación no se puede ser feliz? Y, sin embargo, ¡éramos felices! A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque solo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos. Pero un dolor inconsciente e ignorado, ¿es dolor?

El lector, de Bernhard Schlink, es uno de esos libros que, quien más, quien menos, ha oído hablar alguna vez. Un libro que, normalmente, lo ponen bastante bien. Para colmo, es una obra que fue versionada para el cine con bastante éxito, siendo una de sus protagonistas, la titánica Kate Winslet, ganadora de varios premios, entre ellos el Oscar y el Globo de Oro, a la mejor actriz. Y en estas estamos cuando el otro día, visitando la tienda de Katixa, alias @Deborahlibros, lo vi en el estante de los Delicatessen, esos libros que, según la librera, le supieron a gloria. Como el fin de semana era largo y no tenía ninguna intención de salir de casa, me lo llevé junto al otro que había ido a comprar, del cual ya os hablé el otro día en esta entrada.

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Las poco más de 200 páginas las leí en una tarde de esas con manta, velas y luz invernal tras la ventana, en la primera parte del puente foral… Es una buena lectura para la segunda parte, la de este fin de semana largo. La colección Edición Limitada, con tapa dura y sobre cubierta, que Anagrama ha hecho con unos cuantos títulos, entre los que se encuentra la obra del escritor alemán (aunque no aparece en su página web), es una gozada, por los títulos que contiene y por el maravilloso precio de 10€ que cuesta cada uno de ellos. Merece la pena, mucho. El caso es que la historia de la obra en cuestión, te engancha fácilmente y su lectura rápida, llena de unos magníficos silencios, te atrapa sin darte cuenta y de repente finalizas su lectura de un tirón.

Michael Berg tiene quince años. Un día, regresando a casa del colegio, empieza a encontrarse mal y una mujer acude en su ayuda. La mujer se llama Hanna y tiene treinta y seis años. Unas semanas después, el muchacho, agradecido, le lleva a su casa un ramo de flores. Éste será el principio de una relación erótica en la que, antes de amarse, ella siempre le pide a Michael que le lea en voz alta fragmentos de Schiller, Goethe, Tolstói, Dickens… El ritual se repite durante varios meses, hasta que un día Hanna desaparece sin dejar rastro. Siete años después, Michael, estudiante de Derecho, acude al juicio contra cinco mujeres acusadas de criminales de guerra nazis y de ser las responsables de la muerte de varias personas en el campo de concentración del que eran guardianas. Una de las acusadas es Hanna. Y Michael se debate entre los gratos recuerdos y la sed de justicia, trata de comprender qué llevó a Hanna a cometer esas atrocidades, trata de descubrir quién es en realidad la mujer a la que amó… Bernhard Schlink ha escrito una deslumbrante novela sobre el amor, el horro y la piedad; sobre las heridas abiertas de la historia; sobre una generación de alemanes perseguida por un pasado que no vivieron directamente, pero cuyas sombras se ciernen sobre ellos.

Una lectura en la que aparece el poder de los sentimientos, el amor y la culpa, el revisionismo alemán en la posguerra y la condena a toda una generación, la pasividad de una sociedad ante los crímenes del nazismo, el descubrimiento sexual y la necesidad de leer clásicos.

Una novela para quienes se han enamorado alguna vez de alguien mucho mayor, o para quienes se enamoran sin querer de gente mucho más joven. Para quienes quieran recordar su despertar sexual y para esas personas que creen que la lectura es una puerta abierta a historias inimaginables, hasta que caen en la cuenta que su propia historia puede tener mucho de libro. Para quienes estudian Derecho y así poder entender que, más allá de leyes y normas, las personas pueden tener mil y un motivos para cometer un crimen. Por mal que esté cometer un crimen…

 

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vida, al estilo de Zorba

Sentí una vez más lo sencillo que puede ser alcanzar la felicidad: un vaso de vino, unas castañas asadas, una mísero brasero, el sonido de la mar… Y nada más. Y todo lo que se necesita para sentirlo aquí y ahora es un corazón sencillo, frugal.

Aunque no se haya visto la película, quien más, quien menos, recuerda la escena de Anthony Quinn con un joven que casi nadie sabe que se llamaba Alan Bates bailando al son de la música de Mikis Theodorakis un sirtaki en medio de una playa cretense. Ese es el final de la película, pero, como en muchas ocasiones ocurre, no es el final del libro que dio origen a la película ganadora de tres Oscar.

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Nikos Kazantzakis, fue un escritor y filósofo griego que se dedicó a la poesía, las novelas y los libros de viaje. En 1946 escribió Zorba el griego. Vida y aventuras de Alexis Zorbas, una novela que cuenta la historia de un joven intelectual, aburrido, cuya única manera de vivir la vida es a través de los libros, a través de otras vidas, hasta que se encuentra con Zorba, un hombre alegre y bullicioso que se dice experto en hacer sopas de todo tipo, minero capaz de abrir las vetas más hermosas para la tierra, tañedor del sandouri, ese santur consistente en cuerdas metálicas que son golpeadas con un palo logrando sacar sonidos hermosos. Zorba ha sido un poco de todo y cuenta historias, muchas, y las que no sabe contar con su voz las baila, porque Zorba es capaz de contar lo que siente por medio de la danza.

El caso es que el patrón, nombre por el que conoceremos al joven intelectual, narrador de la historia, queda prendido con la vitalidad de ese hombre de ojos profundos, que es capaz de asombrarse con las estrellas como si las viese por primera vez, que da importancia a la vida misma, esa que es necesario vivir en presente, sin estar pendiente de lo que hiciste, ni de lo que harás. En esta historia de amistad se cruzan otros personajes, mujeres que en su día fueron musas de hasta cuatro almirantes de cuatro potencias navales diferentes, mujeres que viven la vida con pasión, sin dar importancia al qué dirán, hombres pretendidamente santos, popes griegos, que son en realidad seres ruines y míseros.

Si estás siendo víctima del agotamiento de este final de curso, o vives la vida con el aburrimiento de la monotonía, sin dar importancia a las cosas sencillas, sin ser consciente de la belleza de una planta, aunque esté muerta de sed, si no sientes dentro de ti el olor a vida que desprende una ensalada de tomate con ajo, si has perdido la capacidad de beber una copa de vino con los amigos como si ese vino fuese la amistad misma, si crees que la vida consiste únicamente en leer las vidas de otros, si no eres capaz de sonreír con el descubrimiento diario de un niño, si has dejado de ser hace tiempo ese niño que descubría la vida, esta novela es tu novela. Zorba, el griego, que en realidad es macedonio, te contagiará su alegría por la vida, por esa vida que está delante nuestra y que la mayoría de las veces no vemos. Una novela para este verano recién comenzado.

El libro ha sido editado por Acantilado en una nueva traducción de Selma Ancira que, de verdad, es una auténtica maravilla. La traductora ha sido capaz de captar en su totalidad la vitalidad y el goce instantáneo de Zorba. Os dejo con el famoso sirtaki de Theodorakis. Bailadlo y dejaros atrapar por la danza. Hablad a través de ella, como Zorba.

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concierto peligroso

La escena que presento hoy es, para mi, el momento clave de una película que, en su momento, me impactó. Tras ver Las amistades peligrosas, quedé maravillado de aquella historia, de la ambientación de la película, los lugares que aparecían en ella, los trajes y vestidos, su música, John Malkovich, Michelle Pfeiffer, Uma Thurman, Keanu Reeves y sobre todo una impresionante, en todos los sentidos, Glenn Close, con la cual estuve a punto de convertirme en un fan friki. Es lo que tiene la adolescencia.

La película, dirigida en 1988 (joder cómo pasa el tiempo) por Stephen Frears, cuenta la extraordinaria historia de La Marquesa de Merteuil que, por despecho hacia su amante que la acaba de abandonar, se alía con otro antiguo amante, el Vizconde de Valmont, para que desvirgue a la que será la esposa de su ex, que además es la hija de su prima. Un lío. La cuestión es que el tal Valmont, que es un pieza de cuidado, está ahora intentando montárselo con Madame de Tourvel, una beata casada, así que la marquesa le propone un juego en el que ella hará lo posible por ponerle a la beata en bandeja, con la condición de levantarse a la virginal Cécile. El final, como no puede ser de otra manera, se desmadra, alguna se muere, a otros les matan y para desgracia de la marquesa, todo París se entera de lo sucedido. La escena final de la película es de las de antología.

En cuanto a la escena que traigo, se trata de la victoria de Valmont sobre la joven Cécile (a la fuerza…), como consigue acostarse con ella, como el ambiente se enrarece en la casa y como la marquesa es solicitada para ayudar en este percal. No saben lo que se les viene encima. El caso es que Frears, cuya película cuenta con una muy buena banda sonora compuesta por George Fenton, utiliza para toda esta escena el primer movimiento, Allegro, del Concierto para cuatro claves en en la menor, BWV 1065, de Johann Sebastian Bach. Un acierto en el ritmo de la escena y en la ambientación del hecho que narra. Esta es la escena:

En cuanto a la obra de Bach, señalar que, en realidad, se trata de una adaptación para cuatro claves de un concierto para cuatro violines de Antonio Vivaldi. Esta práctica era muy habitual en la época y no era ningún desmerecimiento para quien lo hacía. De todos modos hay que resaltar que esta es la única adaptación de un concierto para la clave que Bach hizo de una composición que no era propia. En 1713, el duque de Sajonia-Weimar, al servicio del cual estaba el compositor, regresó de un viaje con un montón de partituras, muchas de ellas de música italiana. El caso es que a Bach le interesó sobremanera el esquema de concerto grosso, imperante ene se momento por aquellas tierras, cuya característica principal es la alternancia de la orquesta con instrumentos solistas. Así que, años más tarde, cogió una de esas partituras, la del Concierto para cuatro violines en si menor, RV 580, de Antonio Vivaldi, para adaptarlo al teclado. La adaptación está compuesta de tres movimientos, Allegro, Largo, Allegro, y cosa los tres están en el mismo tono, en la menor, cosa que el concierto de Vivaldi no. La música es viva en su principio que es la parte que se utiliza en la película y destaca el segundo movimiento de Bach, que fue catalogado de innovador en su momento. Os dejo con la versión al piano que Argerich, Kissin, Levine, Pletnev interpretaron en Verbier, en su Festival de Música clásica, el 22 de julio de 2002.

Y, como no podía ser de otra manera para completar la audición, os dejo, también, la versión original de Vivaldi, interpretada por el Giardino Armonico.

En cuanto a las versiones bachianas me quedo con dos. Las dos con claves, no con pianos. En primer lugar la que hacen los virtuosos The English Concert, drigidos por Trevor Pinnock, una versión que se recoge en esta integral de los conciertos para diferentes instrumentos de Bach en donde lo más reseñable es el acierto en el tiempo empleado. Esta interpretación fue editada por el sello Archiv. La segunda versión es la de Café Zimmermann en el cuarto volumen de los Conciertos para diversos instrumentos, una versión muy fresca que merece la pena y que se puede adquirir cada álbum por separado.

Y ya que estamos, os dejo con dos versiones del concierto original de Vivaldi. La primera es excelente, llena de vida y llena de la genialidad de Jordi Savall dirigiendo a Le Concert des Nations para su propio sello Alia Vox. La segunda nos ofrece la posibilidad de escuchar la versión vivaldiana de la mano de Café Zimmermann, que también interpretan en otro álbum la versión del cantor de Leipzig, también en Alpha.

Y dejadme despedirme con la escena final de Las amistades peligrosas. Solo por esta escena Glenn Close se merecía el Oscar a la mejor actriz principal que Jodie Foster ganó en los premios de Hollywood de aquel año.

P.D. A todo esto, la película está basada en la novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclors, publicada en 1782 y que merece, y mucho, leerla. Es de esas obras que lees, poco a poco, a gusto y gozando de ella. Hay una buena edición de Mondadori y otra en versión bolsillo de Cátedra.