a Londres!

Esta tarde salgo desde Biarritz hacia Londres para disfrutar de un fin de semana algo más largo de lo habitual. Y curiosamente todo el mundo habéis utilizado la misma expresión: «¡Te va a encantar!». Ya lo he dicho más de una vez, pero todavía no conozco físicamente la capital inglesa. Y señalo físicamente, porque en Londres he estado en innumerables veces. La cantidad de veces que la metrópoli por excelencia de la vieja Europa, con permiso del brexit, ha aparecido en series y películas es incontable. He paseado muchas veces por Trafalgar Square bajo la atenta mirada del almirante Nelson, he golpeado varias veces el banco de la Cámara de los Comunes para mostrar mi contrariedad por algún discurso, he visto cómo rodaban las cabezas de varias reinas en la Torre de Londres, he sobrevolado el Támesis montado en una escoba camino de Hogwarts, he paseado por Buckingham acompañando a la reina y a 007, he vendido flores junto a Eliza Doolittle en Covent Garden, he paseado por parques junto a Mary Poppins, he visto cómo todo el Parlamento volaba por los aires en V de vendetta… Últimamente he visitado la ciudad junto a Virginia Woolf.

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Image by Anthony Delanoix

En estos días previos a la visita londinense, he vuelto a Virginia Woolf y su escritura. De nuevo, gracias a unos breves artículos que escribió hacia 1931, he paseado, una vez más, por diferentes lugares de Londres. Originalmente estos seis artículos, los escribió para publicarlos en una revista dedicada a mujeres, llamada Good Housekeeping, y hasta 2005 no se pudieron publicar conjuntamente, ya que el primero de ellos se encontraba perdido. Fue en ese año cuando se encontró entre libros en una biblioteca y completó, por fin, la colección de artículos dedicados a Londres que escribió para la revista femenina.

La protagonista indiscutible de los seis artículos es Londres, ciudad donde nació la Woolf y de la que estaba profundamente enamorada. Era una ciudad donde se estaban produciendo unos cambios a nivel general, que afectaban a todos sus habitantes, que modificarían el Londres conocido hasta entonces. La calefacción por gas, la electricidad y el agua caliente se instalaron en la mayoría de las viviendas y todo eso aparece en estos artículos. Seis artículos que recorren el costumbrismo, el feminismo, la ironía y el tono crítico con la Inglaterra victoriana, cuyos valores todavía persistían en la sociedad londinense, y junto a ello el retrato irónico de la política y la propia sociedad. Recorremos la ciudad entrando por el propio río que le da vida, el Támesis, desde sus muelles; nos metemos en el oleaje de la Oxford Street, aunque «no es la vía más distinguida de Londres», con sus grandes almacenes, que Virginia Woolf llama nuevos palacios, sus rebajas, que en aquel tiempo eran novedad, y el consumismo, el nuevo estilo de ocio de aquella sociedad tras la Gran Guerra y que llegaría para quedarse; recorremos junto a la escritora, las casas de grandes escritores, reparando en sus pequeñas posesiones, como la mesa y la silla donde escribían, el mango para la pluma «igual que tienen los escolares». Una recorrido literario que, en alguna medida, seguro repetiré, de una forma u otra; visitamos Saint Paul, esa catedral que supone elemento indispensable en el skye line londinense, con esa cúpula enorme y con esa limpieza general y buen orden que contrapone la Abadía de Westminster, tan afilada, tan oscura y con tanto significado para la monarquía británica; el recorrido de la visita, con esta guía de excepción, finaliza en el Palacio de Westminster, concretamente en la Cámara de los Comunes, espacio que Woolf describe como un lugar donde «no hay nada venerable, ni melódico, ni ceremonioso», en contrapunto a la Cámara de los Lores. Ahí solo se habla de política, no es lugar para desfiles y boatos.

En otra obra, Virginia Woolf, señala que la mejor manera de conocer una ciudad, en este caso Londres, es pasear y perderse por sus calles y con esa intención embarcaremos en el avión que en poco más de una hora nos llevará hasta la vieja Londinium.

Es un libro, evidentemente, para quienes quieran preparar un viaje a Londres, para quienes quieran rememorar el viaje ya realizado y para quienes quieran ahondar en un ramillete de lugares reconocibles de la ciudad. Pero, sobre todo, es una colección de artículos que gustarán a todas esas personas que les gusta más viajar que hacer turismo, que prefieren un paseo en el que sentir el lugar, a un recorrido en bus para ver pasar los lugares. Para todas y todos los lectores de la gran Woolf, pues su cuidada y pausada escritura no depende ni del tipo de obra, ni de si esta es de 10 o de 500 páginas. Un libro para leer, incluso, en esa hora que te lleva de Biarritz a Londres. Buen viaje.

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Falta todavía mes y medio para que parta a conocer in situ la capital inglesa, una de esas ciudades que existen en el mundo que, aunque no hayas estado jamás físicamente, se podría decir que conoces muchas de sus calles, historias y personajes. No existen muchas de estas ciudades, New York, Roma y París. Y para de contar. No llegan a los dedos de una mano. Londres es, desde luego, la que completa completa el cuarteto.

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El caso es que cuando voy a algún sitio de viaje, aunque sea un fin de semana largo, me gusta leer sobre el lugar, más allá de las guías al uso. La literatura alberga muchas obras que te acercan al lugar que vas a visitar, antes de emprender el viaje, o que refuerzan lo vivido tras terminar la aventura. En cuanto a Londres, aparte de haber gozado con un libro de la editorial Taschen titulado 36 hours, Londres y otros destinos, me he ido decantando por algunas obras «londinenses». Y si hay una escritora londinense por antonomasia, es Virginia Woolf. La obra, más bien obrita, se titula Sin rumbo por las calles: una aventura londinense. Ayer, en una visita a Deborahlibros, acabé comprándolo y me fui a leerlo tranquilamente en un banco de la Media Luna, lo bastante protegido del viento que empezaba a moverse y lo suficiente expuesto al sol para disfrutar del momento.

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Virginia escribió en 1927 este breve relato que no sobrepasa las 90 páginas y que el editor José J. de Olañeta publicó en castellano en 2015, dentro de la colección Centellas. El relato, que aunque sea corto es un torrente de excelencia literaria, lo escribió «para contar cómo la ciudad toma el relevo de tu propia vida personal y la prolonga sin el menor esfuerzo». En él describe un paseo por Londres, a la hora del té, con la excusa de comprar un lápiz. El caso es que la excusa es totalmente válida para dar un paseo por el Londres de finales de los años 20 del siglo pasado, imaginar el interior de las ventanas iluminadas de Mayfair, visitar una librería de viejo en Charing Cross, atravesar el puente de Waterloo y llegar, de nuevo, a Bloomsbury.


Quien quiera una guía en la que señale la hora del cambio de guardia o cuál es el mejor puesto de comida pakistaní a orillas del Támesis, es evidente que este no es su libro. Pero para quien necesite algo más y quiera ver Londres con otros ojos, aunque sea camino del puesto de comida rápida pakistaní, este libro le va a demostrar que, callejeando por una ciudad, propia o extraña, se puede vivir una aventura que siempre se recordará. Quizás me lo lleve al viaje para releerlo tumbado en un parque londinense, después de haber comido la delicia pakistaní. Y tras volver a leerlo, una siesta con Virginia Woolf.

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Domingo, tras la exitosa mani de ayer toca pasear por la mañana, aprovechar este invierno que no quiere serlo, disfrutar de la lluvia y a la tarde puede ser un buen momento de lectura. Y una lectura de esas de detectives londinenses de finales del XIX, en medio de la niebla, asesinatos, descubrir quién es el asesino. Lectura sencilla pero de calidad, que diría Deborahlibros, como para una tarde de domingo.

Y es que aquello si que fue una gran niebla. La de 1897 en Londres, digo. Una niebla que, según las crónicas, sumió a la ciudad del Támesis en un manto blanco a través del cual apenas se vislumbraba tu mano si la alejabas de tu cuerpo. En el final de la época victoriana, un Londres con cada vez más problemas sociales, el movimiento obrero, harto de la explotación industrial, ha decidido que es hora de luchar por una mejora de sus condiciones de vida. Mientras tanto las colonias británicas cada vez andan más revueltas y sobre todo, Irlanda, es cada vez más un problema real para el Imperio. Es en este Londres en el que se desarrolla la historia del libro, de apenas 100 páginas, escrito por Richard Harding Davis y titulado, precisamente, En la niebla.

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Este escritor norteamericano nació en Filadelfia en 1864, trabajó de redactor en varios periódicos, fue corresponsal en varias guerras y su obra más reconocida es Soldado de fortuna, que ha sido llevada al cine en dos ocasiones.

En cuanto a la novela que os propongo, este es el resumen de su historia. En la noche siguiente a esa gran niebla de 1897, un grupo de socios del club de caballeros más distinguido del mundo (estos ni se enteraban de luchas obreras, ni de nada), tratan de recomponer el rompecabezas de un doble asesinato acaecido el día anterior. Intensa niebla, un hombre que se pierde en mitad de Londres, el portal de una casa entre abierta y un asesinato recién cometido.


Una historia entretenidísima, que se lee en 0,2 y que tiene la virtud de atraparte de lleno en ella. Por eso, antes de comenzar a leer la novela, es mejor haber merendado, porque no te vas a levantar ni a mear. Si te va el Londres de levitas y chisteras e incluso si te ha dado por dejarte un bigote con las puntas hacia arriba, este es tu libro. Todo esto de la mano de una pequeña editorial que acabo de descubrir y que se está empeñando, me parece, en rescatar algunas obras hasta ahora desconocidas. Ardicia, editorial que señala del libro, al final de sus páginas, lo siguiente:

Impreso en Madrid en dos mil quince, cumplidos ciento veintiocho años de la publicación de Estudio en escarlata de Arthur Conan Doyle, primera aventura de un detective aficionado al violín y a la cocaína en una solución al 7%, que desaparecería en las cataratas de Reichenbach solo para, tres años después, volver de entre los muertos a petición popular.