un chute de ilusión

… podemos perseguir nuestros ideales no por una cuestión de diligencia, sino porque cuando se ambicionan hay alegría, y la propia alegría es una fuerza rebelde contra la pesadumbre y la insulsez de la vida diaria.

Hacía tiempo que no leía un ensayo político que me dejase tan buen sabor de boca. Es más, ha sido un chute de ilusión y de optimismo. De hecho, al leer alguna otra reseña de este libro, me ha sorprendido cuando lo catalogaba de poco optimista, porque, ¿qué hay más optimista que creer en el poder de las personas?

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«La propia alegría es una fuerza rebelde»…

Esperanza en la oscuridad. La historia jamás contada del poder de la gente, es un ensayo que, pese a tener un título de libro de autoayuda al uso, tiene una fuerza extraordinaria para quienes creemos en un mundo mejor y quienes seguimos apostando por una sociedad más igualitaria, feminista, progresista, sostenible, rebelde, ecologista, crítica, solidaria y empática. Su autora es Rebecca Solnit y el libro está editado por aquí por la editorial Capitán Swing. Lo bueno de Solnit es que no es una autora política de sillón, es decir, ha sido y es una activista social que ha practicado la lucha política contra los ensayos nucleares en Nevada, que ha militado en dinámicas contra las guerras declaradas por Bush, feminista convencida y ecologista practicante. Pero lo mejor de esta autora es que escribe los libros con una pedagogía apabullante que utiliza la memoria colectiva, tantas veces olvidada, como aliciente para el activismo. Y ahí, en medio de las victorias olvidadas y que son necesarias recordar, descubre la esperanza. Nuestra esperanza.

Rebecca Solnit hace un repaso de lo que para ella es la esperanza. La esperanza son las razones para ganar, las razones para seguir luchando por algo. Y lo contrario es lo que según la autora suele hacer la Izquierda. ¿Y qué hace (mos)? No tenemos en cuenta que para lograr grandes objetivos necesitamos objetivos más cercanos que ir consiguiendo. Caemos en el derrotismo porque no caemos en la cuenta de todo lo que hemos cambiado. Olvidamos las victorias producidas, no solo las pequeñas, sino las que tras un largo proceso han resultado determinantes. Al haber tanto por cambiar nos desesperamos. A veces creemos que con dar la vuelta a la versión oficial es suficiente. La versión invertida del «todo va bien», esto es, «todo va mal» es el anuncio del fracaso. Negar nuestro propio poder personal y colectivo, también es una derrota. Dedicarse a teorizar sin llevar la teoría a la práctica es otro elemento para la desesperanza. Proyectar la desesperación personal como análisis político, nostalgias varias de «en aquellos tiempos sí luchábamos», el discurso tremendista de «nada se puede hacer»… Todo eso y más, seguro que cualquiera podemos poner más ejemplos, son elementos e ingredientes que llevan al desgaste de quien lo intenta, a la frustración colectiva y muchas veces a la derrota de un proyecto.

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Pero una vez pasado ese capítulo en donde se hace la necesaria autocrítica, pasamos a los motivos para la esperanza, una esperanza que, para conseguirla, necesitamos echar mano de la nitidez y la imaginación. Solo se gana una revolución si te la crees. Y creer en esa posibilidad, produce alegría, personal y colectiva. Esa es una de las peculiaridades del activismo de izquierdas. Tenemos que pasar de la resistencia a la construcción, teniendo en cuenta que la victoria no es el final. El anticapitalismo lo practicamos diariamente, muchas veces sin darnos cuenta. Hay muchos gestos con los que construimos un modelo opuesto al capitalismo. La solidaridad es el ejemplo más claro. Cuando estamos frente a una dificultad, o incluso ante una catástrofe, la solidaridad, la fraternidad, la compasión que surgen, son formas absolutamente antagónicas al capitalismo. ¿Por qué no practicarlas conscientemente para seguir construyendo desde la Izquierda? Tenemos que cambiar el relato impuesto por las victorias oficiales y construirlo desde las victorias populares. Queda mucho por cambiar y por ganar. Los modelos emergentes de la ciudad del siglo XXI, el ecologismo, el feminismo, la libertad sexual, la libertad de expresión, el equilibrio mundial, incluso la espiritualidad. Y lo podemos hacer desde la esperanza.

Un libro para quien alguna vez ha pensado que hay cosas que no se pueden cambiar. Para quien lleva años de militancia social y política y para quien comienza esa andadura. Para quienes han imaginado muchas veces un cambio social, para que tengan más fundamentos para hacerlo realidad. Y sobre todo, para quienes creen, de verdad, que el activismo y la militancia política y social dan, sobre todo, motivos para la alegría.

hacia el matrimonio en una mansión inglesa

Hace tres semanas, después de un par de meses abandonado en la mesilla, retomé y terminé Mansfield Park, de Jane Austen y para mi sorpresa, esa segunda parte que me faltaba por concluir, resultó bastante más amena que la primera. Si Orgullo y prejuicio supuso el descubrimiento de esta escritora, este otro título ha terminado por corroborar mi gusto por ella.

La historia nos traslada a la Inglaterra de principios del reinado de Victoria y más concretamente al ambiente de la alta sociedad, deteniéndose en el papel de la mujer, y por lo tanto de los hombres, en la vida de una mansión de campo y en el destino de las jóvenes de estas familias en unos matrimonios de conveniencia… Casualmente Austen introduce, de una manera revolucionaria para aquella época, la posibilidad de un matrimonio por amor y los pensamientos de la mujer. Lo que para nuestra sociedad occidental del siglo XXI es normal, en aquella época no lo era. Por eso este tipo de obras ofrece luz al proceso de emancipación de la mujer. Pero no hace falta irse muy lejos en nuestra sociedad, para comprobar que los matrimonios de conveniencia estaban a la orden del día. Mi abuelo Silvestre, desde su trabajo en el Café Iruña, comprobó cómo, en las primeras décadas del siglo XX y hasta bien entrada la dictadura franquista, este café era testigo de diferentes transacciones económicas según el día. Un día era ganado, otro cereal, otro eran inversiones varias y otro de los días eran matrimonios. Tal cual. Y esos matrimonios no eran, normalmente, matrimonios por amor. Eso es, relativamente, nuevo. El interés de las familias, el interés económico y muchas veces la necesidad de quitar una boca que alimentar, eran el objetivo real de esos matrimonios de conveniencia. Hoy en día en muchas zonas rurales de los países subdesarrollados (y no tanto) sigue en práctica este método en el que, generalmente, la perjudicada es la mujer.

Volviendo al libro, las sicologías de cada uno de los personajes están muy bien trabajadas y los pensamientos de Fanny, la protagonista, son el verdadero hilo conductor de la obra. Es una obra que, como toda la producción de Jane Austen, innovó en los diálogos internos y pensamientos de los personajes, algo que, hasta entonces, apenas existía. Y todo esto desde la perspectiva de una mujer escritora.

Pues eso, un libro para leer en las tardes tranquilas, con una taza de té o un ponche, antes de dar un paseo a caballo. Yo a gusto iría a dar un paseo a caballo, pero como no tengo ni caballo, ni jaca ni nada que se le parezca, ni en la vieja Iruñea se llevan últimamente este tipo de monturas, me dedicaré al té y al vino, que es más autóctono que el ponche. Si te gusta tu primo y este además va a ser cura, este es tu libro. Si crees que tu vida está trazada por otras manos, este también es tu libro. Y si eres de quienes no ven ni arte ni parte al matrimonio, sea del tipo que sea, este libro te reafirmará en tus convicciones.